Sobrado, el nuevo refugio venezolano

Toni Silva SOBRADO DOS MONXES / LA VOZ

A CORUÑA

De izquierda a derecha, José Contreras, Brenda, la pequeña Amelia sostenida por su madre Dayana, Luigi, Zary y Jesús, venezolanos instalados en Sobrado.
De izquierda a derecha, José Contreras, Brenda, la pequeña Amelia sostenida por su madre Dayana, Luigi, Zary y Jesús, venezolanos instalados en Sobrado. MARCOS MÍGUEZ

El pequeño concello ha visto medrar su censo gracias a 72 empadronados que huyeron de un país en permanente crisis. Algunos cuentan aquí su historia

19 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Hoy en Santa Bárbara de Barinas, Venezuela, se esperan 35 grados de máxima y una mínima de 24. En Sobrado dos Monxes el termómetro se arrastra en cambio entre 8 y 1 grados. Es lo que peor lleva la comunidad venezolana surgida espontáneamente en este municipio rural de apenas 1.700 vecinos. Desde el país caribeño han conseguido engordar la cifra con 72 nuevos censos, la mayoría llegados en el 2024 huyendo de un país en descomposición.

Ya se ha perdido el origen de la cadena, el venezolano pionero que probó fortuna en este municipio. Desde entonces, el goteo de compatriotas ha sido constante, hasta conseguir ser casi el 5 % de la población de Sobrado. «Grazas aos emigrantes pasamos a 1.840 veciños, que ademais son un enorme exemplo de integración e xente traballadora», presume el alcalde de Sobrado, Lisardo Santos.

Brenda y su pareja, Thalía, llevan dos años aquí. «Cuando llegué había una cuarta parte de los venezolanos de los que hay ahora», señala esta joven que trabaja en el Mesón Sobrado. Antes de su aventura española se refugió en Perú durante cinco años. Después emigró a Sobrado donde ya se había instalado su suegra. «Con 20 años era muy difícil quedarse en Venezuela, todo lo que ven por la televisión es real, y se queda corta, allí pasan muchas cosas terribles», explica. Brenda motivó la llegada de su hermana Dayana, que viajó en noviembre pasado cuando su hija Amelia cumplió un año. «Mi hermana nos ayuda y mi pareja busca trabajos temporales porque la niña es un gasto muy grande», dice mientras la pequeña sonríe observando unos dibujos en el teléfono móvil.

Jesús lleva tres años sin ver a su hijo, que ya ha cumplido 5. Un amigo le recomendó Sobrado. Ha limpiado fincas y cobrado algunas chapuzas. Legalizar su situación le ha permitido tener un empleo estable en una granja. Jesús tuvo que huir con urgencia porque su vida peligraba: «Mi papá acudió a algunas manifestaciones de profesores que reclamaban un sueldo justo en Venezuela. Entonces fueron a verle y le dijeron que si se volvía a manifestar matarían a su hijo».

Dayana fue la única que votó en las últimas y polémicas elecciones presidenciales. «Había protestas en todas partes del país, muertos, desaparecidos, detuvieron que menores que aún siguen presos...», describe antes de argumentar el verdadero triunfo electoral del candidato Edmundo González, rival de Nicolás Maduro. «En la zona de Fuerte Tiuna, donde solo hay militares, Edmundo ganó la votación. Con eso se dice todo», espeta.

Luigi y Zary son pareja y tienen dos hijos. Él acaba de conseguir un puesto en la gasolinera, después de plantar eucaliptos y trabajar en la granja. Han traído a su suegra para que cuide de los pequeños. En ese mismo vuelo también viajó José Contreras, padre de Luigi, de 71 años y con humor de adolescente. «Me ofrecí a trabajar en el Concello, pero me dijeron que yo ya estaba jubilado», ríe.

A mi hermano le obligaban a disparar a la multitud y lo arrestaron por negarse

Zary retoma el discurso sobre la situación de su país a través de la figura de su hermano, un militar que llegó a ser guardaespaldas de Diosdado Cabello, uno de los ministros de Nicolás Maduro con más poder. «A mi hermano le obligaban a disparar a las multitudes y lo arrestaron tres meses por negarse. Cuando cumplió el castigo se fugó a Colombia, lo consideran un desertor y es imposible traerlo con nosotros porque tiene un pasaporte político», explica Zary, que trabaja en un restaurante y pronto abrirá en Sobrado un centro estético. «Le llamaré Magnolia nails».

La pequeña Amelia es el centro de todas las miradas. «¿Sabes lo que cobra al mes el médico que me asistió al parto?», dice su madre. «Diez mil pesos colombianos, es decir, dos míseros dólares. ¿Hacia dónde va así un país?», reflexiona ante el asentimiento de los compatriotas que la rodean.

Su hermana Brenda vuelca la conversación a un tono positivo: «La diferencia que vivimos ahora es impensable, la calidad de vida que hay aquí no se puede comparar con ningún país latinoamericano. No va a parar que sigamos viniendo más y más venezolanos». Porque se sienten bien acogidos. Han sufrido algún revés envuelto en racismo, «pero la mayoría de la gente nos trata de maravilla, y cuando ven que tenemos niños entonces se vuelcan. Aquí todo nos va bien».

Salvo el frío. Eso es lo peor de Sobrado. «A nosotras nos sangra la nariz muy a menudo», dice Brenda riendo.