La nueva vida de comercios de toda la vida de A Coruña de la mano de emigrantes: «Vi que se traspasaba la tienda y me lancé»
A CORUÑA
![Marian está al frente del negocio que se traspasaba por jubilación](https://img.lavdg.com/sc/tJhvgfQoG0k-hj_8vMXgt6IZzLw=/480x/2025/02/07/00121738928461415402578/Foto/HF10C5F1_12393.jpg)
Marian Narváez llegó hace siete de su Venezuela natal y desde hace dos años está al frente de una tienda de gominolas en As Conchiñas
10 feb 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Llegó de A Coruña hace siete años de su Venezuela natal con su hija, que ahora tiene 11 años. «Allá ya no se podía vivir, hay mucha delincuencia», explica Marian Narváez Mora, de 32 años. La mujer, al contrario que otros muchos compatriotas, no eligió Galicia por ser descendiente de gallegos, pero sí por lazos familiares. «Una prima mía vive aquí. Por eso decidí venir a A Coruña, al principio me quedé en su casa hasta que me estabilicé, empecé a trabajar y pude alquilar mi propio piso», dice.
Después de pasar por varios puestos, en cuidado de niños y en ayuda a domicilio, Marian se quedó sin saber qué hacer. «Estaba en un momento en el que no tenía claro si solicitar el paro o si emprender algo. Buscando en internet, en la página milanuncios.com, encontré una publicación de una tienda de gominolas que se traspasaba, ya que los dueños se jubilaban. Me lancé y me quedé con el negocio», relata la mujer, que no conocía la zona en la que la tienda se encuentra, en As Conchiñas. «Yo vivo por Juan Flórez, pero fui a ver el negocio y la dueña me contó que la habían abierto en 1991».
Así, en un momento en el que muchos comercios locales bajan la persiana definitivamente ante la falta de relevo generacional, Marián consiguió alargar la vida de Gomias. «Mantuve el nombre, pero sí que hicimos un nuevo logo y renovamos la imagen», comenta Marian, que además, poco a poco, fue añadiendo nuevos productos a la oferta. «Cogí la tienda en septiembre del 2023. Ya tenía una clientela fija, puesto que era conocida por todos los del barrio, pero ahora la hemos reformado. Hemos ampliado el espacio y lo que vendemos». Tanto, que en la actualidad entran personas nuevas a interesarse por el negocio. «Hay gente que ha llegado y nos ha preguntado si la tienda es nueva. Les digo que no, pero claro le hemos dado un nuevo enfoque. Junto a las gominolas de toda la vida vendemos regalos, detalles personalizados y también juguetes, con muchos peluches, para los niños». Para dar a conocer su nueva oferta, la chica no duda en salir a la puerta del local, donde puede vérsela repartiendo folletos del despacho de venta.
Desde sus inicios en A Coruña hasta ahora, Marian dice que la situación ha cambiado. «Ahora no es tan fácil llegar y conseguir trabajo como antes. Han venido muchos más extranjeros. Está claro que según el país del que uno venga esto está mucho mejor». Sobre su adaptación, dice que le costó. «Mi primer trabajo fue cuidando a unos niños en su casa, era de tardes y salía a las 21.30 horas. Recuerdo pedirle a mi jefa que me dejase irme antes porque me daba miedo estar de noche sola por la calle. Entonces cualquier desconocido que se me acercase me daba miedo, pensaba que me iban a robar o hacer algo malo. Tenía el chip de Venezuela», relata. Una mentalidad, que, confiesa, no ha cambiado del todo. «Hay que tener cuidado porque aquí también puede pasarte algo, pero nada que ver con Venezuela».
Desde el país latinoamericano han venido para vivir con ella su marido, su madre y su suegra. «Estamos todos aquí menos mi padre, él dice que no quiere irse de su país», detalla.
Ahora, con San Valentín a la vuelta de la esquina, Marián prepara obsequios para los enamorados. Desde cajas personalizadas con bombones y otros chocolates, acompañadas de peluches de corazón, hasta cajas con tazas. «También tenemos pastelería, hacemos tartas para cumpleaños, y bollería, que antes no había. Queremos especializarnos en fiestas, con detalles para aniversarios y otros festejos», dice. Entre sus productos, no faltan postres típicos venezolanos, como la torta tres leches. Sobre el negocio, comenta que arriesgar mereció la pena. «Ahora me ayuda mi cuñada, porque yo sola ya no podía, puesto que estamos muchas horas».