Cristina Barbagelata: «Llevo la camiseta del Chuac, por el hospital lo que haga falta»

A CORUÑA

La presidenta de la Sociedade Galega de Medicina Interna fue una de las primeras voluntarias del covid hace cinco años
02 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.«Mi padre era internista, mi hermano es urólogo, mi cuñada, médico de familia. Cuando nos juntamos, hay mucho médico», se ríe Cristina Barbagelata (Monforte de Lemos, 1973) cuando repasa las vocaciones de su familia. Ella, que trabaja desde hace dos décadas en el Chuac como médico internista, es presidenta de la Sociedade Galega de Medicina Interna.
—¿Cuántas veces les preguntan qué hace un internista?
—Es una pregunta muy común, a la gente le confunde un poco el término, porque cada especialidad tiene como un órgano y nosotros estamos abiertos. Realmente, somos médicos integradores sobre todo para pacientes crónicos complejos que tienen muchas patologías. En este momento que ha aumentado mucho la edad de la población, hay muchos pacientes de este tipo. También incluye toda la patología infecciosa, cada vez que hay una epidemia buena parte de la hospitalización corre a cargo de los internistas.
—Precisamente, se cumplen cinco años del inicio de la pandemia. ¿Cómo lo recuerda?
—Yo fui una de las primeras voluntarias para atender el covid. La primera ola fue un momento muy difícil para los médicos, había muchos nervios por no saber ni el tratamiento, ni cómo iban a estar los enfermos, ni lo que iba a pasar. Lo más difícil fue afrontar la falta de conocimiento, y una vez que estábamos allí, mucha gente mayor que falleció sola (se emociona y continúa con la voz quebrada)... afrontar la información de que una persona ha fallecido y su familia no puede verla, o que se está muriendo y no pueden ir.
—¿Qué aprendieron?
—Muchas cosas. A colaborar distintos estamentos, por ejemplo, más unión con las enfermeras y las auxiliares. Los compañeros que estuvimos juntos en las unidades covid yo creo que hicimos una unión muy buena. Mi marido siempre dice que nunca me vio tan nerviosa. Yo tenía a dos niños en casa y llegaba a las cinco y media y ellos allí toda la mañana solos, porque mi marido trabajaba en Asturias. Ellos también padecieron que yo me entregase. Pero es algo de lo que estoy orgullosa. Yo no fui engañada. Tú haces una carrera y dices en momentos duros me va a tocar, y mi decisión es asumir eso.
—Lleva casi veinte años en el Chuac.
—Sí, empecé en Ferrol, que es un hospital muy familiar, estupendo para trabajar. El Chuac es inabarcable, y cada vez más. Cuando yo empecé las especialidades médicas nos conocíamos prácticamente todos, ahora es mucho más difícil. Yo llevo la camiseta del Chuac; por el hospital lo que haga falta para sacarlo adelante.
—¿Nunca quiso dedicarse a otra cosa?
—No, no. De hecho, yo estudié la EGB en un colegio y BUP y COU en otro. Cuando ya estaba en la universidad y me encontraba a mis amigas de EGB, me decían: «Estarás haciendo Medicina, ¿no?». Muy pesada debía de ser yo diciendo que quería ser médico. Además es que cuando yo empecé no era como ahora. Recuerdo que vino un médico en bachillerato a darnos una charla y nos dijo: «Si queréis hacer Medicina y otra carrera, haced la otra; solo podéis hacer Medicina los que no tengáis ninguna otra opción». Ahora han cambiado mucho las cosas, hay mucha gente que la quiere hacer. Lo malo es que acaba quedándose fuera gente que tiene mucha vocación, y a mí eso me da muchísima pena. Entra gente con otros objetivos, que no quiero decir que sean peores, pero no tienen esa vocación de atención al enfermo. Cuando vienen cosas como el covid, o tienes vocación, o te quedas en casa.
Quién es: Monfortina de nacimiento, pero coruñesa de toda la vida, Cristina Barbagelata estudió Medicina en Santiago y comenzó a trabajar en Ferrol antes de incorporarse al hospital coruñés. Es la segunda mujer que preside la Sociedade Galega de Medicina Interna, tras ocupar la vicepresidencia.
«Mi familia viene del circo: mis tatarabuelos tenían leones y serpientes»
Los Barbagelata pueden presumir de haber introducido el cine en Ourense y Monforte de Lemos. Su apellido, procedente de Italia, llega a Galicia a finales del siglo XIX.
—Su familia fue una de las pioneras del cine en Galicia...
—¡Sí! Ellos venían del circo. Siempre me decían que el tatarabuelo tenía leones, y la tatarabuela, serpientes. Cuando pasaron por Francia cogieron el cinematógrafo, fueron itinerantes durante un tiempo y luego, al llegar a Monforte, me imagino que mi tatarabuelo se enamoró de una monfortina y allí se quedaron. Luego empezó la vocación de médico. Mi abuela, por ejemplo, en 1944 tuvo suerte e hizo una carrera, pero fue Magisterio. Ella me contaba que cuando iba en tren a Santiago pensaba «¡ay, cómo me gustaría estudiar Medicina!», pero sabía que era algo imposible, que sus padres no la iban a dejar porque era una carrera que no estaba bien vista para una mujer. Y ella era una privilegiada, que pudo estudiar en los años cuarenta.
—¿Y su padre?
—Mi padre vino de Monforte a hacer el bachillerato y descubrió que A Coruña era una ciudad preciosa y decidió que quería vivir aquí. Fue médico en la calle de la Torre durante muchos años, luego en Panaderas. Todo el mundo lo conocía en esta zona como el doctor Barbagelata. Él dice que ser médico es para toda la vida, aunque se jubiló hace unos años, con 72. Le fue difícil, porque tenía sus pacientes de mucho tiempo, y no quería dejarlos solos, que solos no están, que hay unos médicos estupendos [se ríe]. De hecho, me preguntó a mí, pero yo el pluriempleo... No me da la vida, porque también tengo dos hijos y tengo que guardar su tiempo, que ya se lo he comido bastante.