El coruñés que mantiene vivo el legado del wéstern

Carlos Portolés
Carlos Portolés A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

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Guillermo Barral trabaja para recuperar los escenarios españoles de películas del oeste

16 abr 2025 . Actualizado a las 19:03 h.

En la vida hay dos clases de personas, dice Clint Eastwood en el éxtasis final de El bueno, el feo y el malo. Los que tienen un revolver cargado y los que cavan. El coruñés Guillermo Barral es de los que cavan. Pero no para esconder sacos de oro, sino para recuperar el legado de su amado espagueti wéstern, aquellas películas de vaqueros que en las décadas de los 60 y los 70 se rodaron por toda España y aparecieron como churros en las carteleras de Europa —en apenas un decenio se llegaron a rodar más de 500 obras, muchas de ellas simpáticamente infames—.

Un nutrido grupo de apasionados del poncho, el sombrero y el silbido morreconiano estuvo durante años sudando bajo el sol de Burgos para recuperar el mítico cementerio circular de Sad Hill, en Santo Domingo de Silos. Aquella enorme galleta de tumbas de mentira y tierra caliente que ocuparon para matarse a tiros Clint Eastwood —el bueno—, Lee Van Cleef —el malo— y Eli Wallach —el feo—. Esta tarea, completada pura y exclusivamente por amor al arte, llamó la atención de la cinefilia gracias al documental del vigués Guillermo de Oliveira Desenterrando Sad Hill (2018), en el que el mismísimo James Hetfield, vocalista de Metallica, se declaró admirador del proyecto de rehabilitación de los escenarios hispano-vaqueros.

«El legado de El bueno, el feo y el malo está muy presente en esta zona, especialmente en el pueblo de Covarrubias. Hay mucha gente de aquí que trabajó como extra en el rodaje», cuenta Barral. Es un rincón del mundo que por culpa de Sergio Leone y compañía tiene ahora impresos para siempre los aromas salvajes de los forajidos y el pitido de las balas de los Winchester. Y ahora, gracias a los peregrinos que acudieron a revitalizar estos recuerdos, aún mucho más.

El hombre de los decorados

«El bueno el feo y el malo es uno de los espagueti wéstern que más se me quedaron grabados en la retina. Pero, en realidad, el primero que vi fue Por un puñado de dólares, el que inicia la trilogía. Estaba de vacaciones en Londres y debía tener unos 10 años. Me quedé pegado a la pantalla», rememora este coruñés con el pensamiento en las inmensas llanuras de la Norteamérica salvaje.

El siguiente capítulo será la apertura, a finales de este año, de un museo en honor a Carlo Simi, el encargado de los decorados y los vestuarios de la Trilogía del dólar, en el municipio de Covarrrubias. «No se pueden entender estas películas sin él. Las localizaciones y la ambientación son una parte fundamental de estas obras. Muchas veces queda todo eclipsado por la figura del director, y más si es de la talla de Sergio Leone, pero yo creo que era de justicia subrayar el oficio de Simi abriendo este museo». Para ello, traerán de Roma, donadas por la hija de Carlo, Giuditta, piezas originales de los rodajes, como el atuendo que llevó Eli Wallach en la última escena de la trilogía. Así que sí. Barral es un coruñés que cava.