Ignacio Benedetti, director de cine: «Creo que mi infancia debió de ser muy parecida a la de J. J. Abrams»

Carlos Portolés
Carlos Portolés A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

IGNACIO BENEDETTI
IGNACIO BENEDETTI CESAR QUIAN

O Portiño es escenario de su último filme en super-8, «Elegía al plumacho»

18 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

«El super-8 es mi vida. Crecí con él. Mi boda y el bautizo de mis hijos están grabados en super-8». Así de elocuente, así de sentimental, describe el director y productor Ignacio Benedetti su relación con una forma de cine que es hoy, probablemente, la más quijotesca y romántica. El grano de la imagen y los colores, hoy imposibles en el «clínico digital» —frase suya— llevan dentro otros tiempos y otras formas. Niñeces y descubrimientos cinematográficos. El juego de intentar emular a los más grandes de la pantalla desde la fantasía del hogar.

Benedetti quedó prendado primero de la animación. Aún se le intuye el entusiasmo en la voz cuando habla de aquel día en el que su padre lo llevó a las butacas del Cine París a ver cortos de Tom & Jerry. Recuerda uno por encima del resto, Heavenly Puss, en el que el gato debe ganarse el perdón de ratón para poder ir al cielo después de morir. Después llegaron los rollos de resumen de las obras de terror de la Universal. Pasó una y otra vez, hasta desgastarlo, el de House of Frankenstein (Erle C. Kenton, 1944), maravillado y horrorizado por la mirada oscura de Boris Karloff.

«Creo que mi infancia debió de ser, salvando las distancias, muy parecida a la del director J. J. Abrams. Todo lo que él muestra en su película Super 8, incluido lo de rodar películas aficionadas con los amigos imitando lo que veíamos en el cine, yo lo viví exactamente así. Incluso la revista que lee el niño protagonista, Super 8 Filmaker, es la que yo mismo leía de adolescente», rememora.

Elegía al plumacho

Tiene muchos nombres. Plumacho o hierba de la Pampa son los más comunes en este rincón de España. Una especie vegetal que el consenso científico tilda de «invasora» por su rápida y agresiva propagación en los ecosistemas gallegos, de los que no es endémica.

Es precisamente esta condición de extranjera, de elemento pintoresco fuera de sitio, lo que inspiró a Benedetti para rodar su última obra, Elegía al plumacho. Un cortometraje de algo más de 8 minutos de duración —?super-8 minutos, en este caso—. «Son plantas que, aunque siempre me gustaron, daba por sentado. Hasta que, un día, mi mujer, que a diferencia de mí sí tiene mentalidad científica, reflexionó que, aunque el plumacho sea invasor, en este mundo somos también todos un poco invasores. Que siempre habrá unas especies que desplazarán a otras». Entonces se encendieron las lumbres de la creatividad y surgió una idea. Una imagen. Un plumacho mecido al viento atlántico entre los naranjas del atardecer. Algo, en realidad, bastante coruñés. Pararse a mirar lo pequeño y lo que siempre estuvo ahí.

«Dándole vueltas al asunto me di cuenta de que mi corazón se negaba a condenar al plumacho sin hacer antes un poco de poesía». Así que cámara en ristre se encaminó a los acantilados de O Portiño para capturar los movimientos de estas plantas en su impostura cotidiana. En su conquista de tierra que no es suya. Engullidas e incorporadas a los paisajes de aquí desde hace muchos otoños. «Estuve dos días rodando, desde el atardecer hasta el anochecer».

Acompaña a los poderosos planos la declamación de un texto literario, también de la autoría de Benedetti. En los últimos instantes, cesa la narración y crece una música que parece brotar de las propias rocas y del cielo amarillento y del mar revuelto. Son los acordes gaiteiros de Anxo Lorenzo, cedidos por el músico para la película. El resto, artesanía. «Todo en esta producción es analógico. Desde la imagen en movimiento hasta la foto fija. El revelado también lo hago yo, no lo mando a ningún laboratorio. Luego corto y pego para hacer el montaje, como se hizo toda la vida. Para pasarlo después a digital, mi colaborador Alex López me ayuda con el etalonaje».

Pero Benedetti no limita su mirada a las bellezas de la flora local. Ha recorrido medio mundo disparando a diestro y siniestro con su objetivo silente. Una de las aventuras más grandes es la que saldrá reflejada en el largometraje Perfecta locura antártica, que se encuentra aún en posproducción y es una recopilación de imágenes de una expedición en la que bordeó la costa de la Antártida. Donde no crecen los plumachos.