Gregorio Cuauro, sacerdote: «Hui de Venezuela y todas las noches sueño con mi país»
A CORUÑA

Su trabajo ha multiplicado el número de fieles en la parroquia sadense de Mondego. También colabora en Abegondo y en los hospitales
21 abr 2025 . Actualizado a las 15:04 h.Gregorio no ha bostezado en ningún momento de la entrevista. Parece fresco en este miércoles de Semana Santa, como si hubiera descansado ocho horas de profundo sueño. Pero su noche no ha sido tan plácida. Pasó toda la madrugada en un hospital de A Coruña ejerciendo las labores de capellán. «Pero a las cuatro de la mañana me vine a Mondego a dar el biberón a las ovejitas recién nacidas», señala. Y vuelta al hospital.
Este tipo de aprietos nocturnos no suponen ningún desgaste para Gregorio Cuauro, sacerdote venezolano instalado en esta parroquia de Sada y al que le han asignado todas las iglesias de Abegondo, además de su papel en los centros hospitalarios.
Todo es poco para quien fue perseguido en su propio país del que tuvo que huir a escondidas. «En Venezuela era secretario y canciller de dos obispos, dirigía un seminario y era párroco en zonas marginadas y otras más pudientes», recuerda el sacerdote de Mondego.
Pero entonces empezó a desarrollar un papel más social, a combatir la hambruna con un comedor al que acudían a diario medio millar de personas. Apostilla que él nunca fue opositor al gobierno de Maduro, «sino a las injusticias». En este contexto se produjo un levantamiento estudiantil que contó con el apoyo del sacerdote. Y ahí le pusieron la cruz desde las altas instancias gubernamentales. «Comencé a protestar contra el hambre que vivía el país, y entonces comenzaron a seguirme, a importunarme, a impedir que estacionara mi coche en las grandes manifestaciones, siempre intentaban evitar que hablase en los actos de protesta», señala este hombre, que dejó en Venezuela a tres hermanas, un hermano y una sensación de muchas cosas por hacer. Él mismo les envía dinero y medicamentos regularmente para aliviar su situación.
Siempre se escabullía cuando lo iban a detener, salvo en una ocasión. «Me tuvieron tres horas haciéndome preguntas tontas», señala. Pero un día le dieron un soplo de que lo iban a arrestar. «Fue gente del propio gobierno quien me avisó, algunos me respetaban». Así, lo sacaron escondido de su parroquia el mismo día que la calle celebraba un referendo contra Maduro. Su destino fue Argentina, donde trabajó a las órdenes de Fernando Carlos Maletti, un obispo muy amigo del papa Francisco.

Llegó a Madrid en el 2018, donde realizó una labor más administrativa que pastoral, algo que encontró en Galicia. Durante sus primeros seis meses el Chuac era su hogar. Después, sin dejar la capellanía de los centros sanitarios, trabajó con los Capuchinos antes de incorporase a la Unidad Pastoral de Bergondo, que le asignó Mondego, cuya casa rectoral ha recuperado. En pocos meses ha dinamizado esta parroquia. «Antes venían unas 6 u 8 personas a misa y ahora somos 120, hemos creado un coro y reactivado la catequesis».
Aquí fue donde habló de hacerse con un par de ovejas, «pero me trajeron ocho, y varias estaban preñadas». De ahí el trajín de los últimos días. Pronto se las llevará a Abegondo, donde atiende todas las parroquias del municipio y dispone de más terreno para los animales. Allí colabora con el párroco de Sarandós, José Manuel, y cuando habla de él se le humedecen los ojos. «Es un hombre mayor, muy bueno, y me enternece. Lleva 58 años de cura, yo aún voy a hacer 20, me siento pequeñito...». Su presencia en la Iglesia de Galicia ha insuflado un poquito de aire a un sector que apenas cuenta con relevo generacional.
Asegura que tuvo una gran acogida, aunque también vivió momento desagradables. «Un vecino de Sada no se cortó en llamarme negro y sudaca de mierda, procuro no hacer caso de esos comentarios, entiendo que quien los profiere no está bien de la cabeza», reflexiona. «Pero en general el gallego me ha comprendido mejor porque ha emigrado, ha salido fuera, y sabe ponerse en el lugar del otro».
Protagonismo del laico
«Es complicado cambiar los paradigmas de una Iglesia un poco retrógrada hacia lo que nos pide el papa Francisco. Un cura no es un señor feudal que manda y dirige, un cura ha de ser hermano y compañero del resto de los fieles, el laico debe adquirir un mayor protagonismo en las celebraciones y en la vida de las parroquias», apostilla Gregorio Cuauro, quien se quedó sin su padre cuando tenía 9 años, y su madre murió diez años después. «La vida es dura, pero nunca choveu que non escampara», dice riendo.
Desde la proa Atlántica que es A Coruña intenta conectarse con su país. «Todas las noches sueño con Venezuela. Cuando sale el sol aquí recuerdo el sol del Caribe, y el mar, y ese pedacito de cielo, busco el cielo que yo dejé atrás. Me encantaría regresar a un país libre, y recuperar aquella parroquia en la que atendía a 270 jóvenes... Me preocupo por todos ellos».