Un veterinario segoviano que encontró su paraíso en A Coruña hace 70 años

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Luis Pérez Borregón falleció a los 93 años y dejó una carta a sus hijos en la que recorre su vida

27 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Nací hace 93 años, un frío día de febrero, en un pueblo de la provincia de Segovia, cuando todavía arábamos los campos con una pareja de bueyes, recogíamos las espigas a mano con una hoz, las transportábamos en un carro tirado por una pareja de mulas y obteníamos los granos de cereal con un trillo tirado por una yegua.

Fui el primogénito de mis padres, Andrea y Juan, y tuve dos hermanos, Ángel y Juan, y dos hermanas, Maruja y Andrea. También cuatro hijos, Adela, María Ángeles, Luis y Fuencisla (mi chiquitita); tres hijos políticos, Tino, Nieves y Javi, y nueve nietos, Tino, Claudia, Guille, Cristina, Andrea, Sara, Luis, Pelayo y Olalla. Todos ellos maravillosos y de los que me siento muy orgulloso.

Pasamos una guerra y una posguerra y los tiempos eran difíciles, pero mis padres se empeñaron en que estudiase, primero en los Maristas de Segovia y luego Veterinaria en Madrid, donde viví unos años con mis tíos Alejandro y Margarita, que me cuidaron como si fuera su hijo, puesto que ellos no tenían, y donde encontré al amor de mi vida y futura madre de mis cuatro hijos, Adela, una maestrita preciosa, cuatro años más joven que yo, de la que me enamoré perdidamente el primer día que la conocí y con la que tuve la gran suerte de que me eligiera a mí como novio.

Mis comienzos profesionales no fueron fáciles porque no había trabajo para los veterinarios en los años cincuenta, hasta que se abrió la aventura de venir a Galicia, una tierra desconocida para mí, pero que me acogió, cómo no, llorando lluvia en Santiago de Compostela, que me atrapó, que me lo dio todo y de la que ya nunca más quise marchar.

No he sido dado a pedir perdón, a dar las gracias ni a decir te quiero, pero como creo que nunca es tarde para ninguna de las tres cosas, lo haré ahora, a título póstumo.

Como he tenido una vida muy larga y fui humano, me ha dado mucho tiempo para hacer cosas bien y cosas mal. Ahora ya solo puedo esperar que el platillo de las cosas buenas pese más que el de las malas. Os pido perdón, sin excusas, a todos los que en alguna ocasión os ofendí, maltraté o de alguna manera os hice sentir mal, y pido perdón a Dios también por ello.

Quiero dar las gracias a todos los que me acompañaron en alguna etapa de este viaje maravilloso que es la vida, dándome su amor y cariño, y a todos los que hoy estáis en mi despedida por diferentes motivos.

Os he querido, os quiero y os querré desde donde me encuentro ahora y ya solo me queda pediros a todos que guardéis, en un rinconcito de vuestra memoria, algún buen recuerdo que tengáis de mí, para que de esta manera no muera del todo y pueda seguir viviendo un poquito más en vuestro corazón.

Carta remitida por Luis Pérez Borregón a sus hijos, leída en el funeral