La noche en la que el alcalde y el gobernador civil de A Coruña patrullaron la ciudad farol en mano

Carlos Portolés
Carlos Portolés A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Pilar Canicoba

Durante el corte general del 23 de septiembre de 1914, los oficiales municipales y provinciales se echaron a la calle para evitar pillajes y saqueos

03 may 2025 . Actualizado a las 18:42 h.

Sorprendió a muchos el buen ánimo con el que los coruñeses encajaron el aparatoso apagón de este lunes. Lejos de darse al pillaje, la histeria, el vandalismo y demás actitudes apocalípticas, se lanzaron a llenar las terrazas, a disfrutar antes de que se evaporara el frío de los refrigerios. Un esperanzador panorama que tiene, sorprendentemente, un remoto precedente en la ciudad.

Tal y como se relató el viernes en esta edición, A Coruña sufrió recurrentes apagones entre 1914 y 1920 por los más variados motivos. El primer episodio lo ocasionó un velero de largos mástiles que se comió, con hambre de glotón, parte del cableado eléctrico mientras navegaba medio a oscuras por la ría de Betanzos. El resultado fue una tiniebla general en toda la comarca que duraría unas cuantas horas.

No sabían los coruñeses que tras este suceso llegarían muchos otros similares, así que las gentes se lo tomaron más bien a guasa. Al igual que los vecinos del presente, los pobladores de la villa de entonces tuvieron la suficiente frialdad de mente —y calidez de sangre— para darse a la farándula en lugar de a la pillería.

Así se congratulaba La Voz de Galicia el 24 de septiembre de 1914, tras cerciorarse de que era este un territorio de personas de humores relajados y cabales: «Se registraron algunos incidentes, cómicos en su mayoría, y se organizaron por rapaces de buen humor fantásticas procesiones con velas, entre cánticos y humorísticas letanías».

Mucho menos jubilosa, y más bien teñida de angustia negra —como negras lucían las calles y los callejones de los barrios—, fue la noche del gobernador civil, don Severo Gómez Núñez, y del alcalde, don Javier Ozores Pedrosa. Ante la situación de emergencia, y temiendo que se aprovechara la falta de luz para dar rienda suelta a instintos criminales, marcharon ambos farol en mano a patrullar personalmente los rincones del municipio. «Se aumentó la vigilancia pública, y el gobernador, el alcalde y los jefes de seguridad y de la Guardia Municipal, recorrieron la población a pie y en automóvil», relataba el periódico.

Eran tiempos analógicos y manuales. Las cosas eran menos enrevesadas. Es difícil imaginar hoy un coche cargado de autoridades de primera fila recorriendo los pliegues del callejero como un grupo de celosos serenos.