
El conservatorio provincial que dirige desde hace tres años prepara las pruebas de acceso para el próximo curso
18 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Pertenece a una generación de bailarinas gallegas que se formaron y crecieron en el Ballet Gallego Rey de Viana. Muchas, como ellas, se convirtieron después en profesoras. Carmen Ponlla Santiago (A Coruña, 1956) reivindica ese pasado en uno de los estudios del Conservatorio Profesional de Danza de la Deputación da Coruña, que dirige desde hace tres años, y que está preparando las pruebas de admisión para los alumnos y alumnas del próximo curso.
—¿Cuándo arrancan los exámenes?
—Las pruebas de acceso empiezan en junio. El día 3 es para los alumnos que vienen a iniciación y primero del grado elemental. El día 6 es para el resto de cursos de elemental. Luego el 9 son las pruebas de acceso para primero del grado profesional, y el día 10 para el resto de cursos de profesional.
—¿Con qué edad deben empezar?
—Los de iniciación, con siete años, y los de primero de elemental comienzan con ocho.
—¿Deben tener una base antes de llegar al conservatorio?
—No, no necesariamente, son unas pruebas sencillas para los que empiezan. Y para el resto de cursos, tenemos en la página web el currículo de los ejercicios que se les piden. Depende del curso que sea, tienen sus asignaturas complementarias y tienen que hacer una prueba de cada asignatura que conforma el curso.
—Imagino que lo que se busca en los más pequeños es, sobre todo, sentido del ritmo, coordinación... Pero, ¿hay condiciones físicas que ya se ven desde niños?
—Sí que las hay, lo que pasa es que tampoco los puedes limitar por eso, son muy pequeños y tampoco sabes cómo van a evolucionar, cómo van a crecer. A lo mejor es un alumno que tiene mucha condición física, pero luego no se entrega demasiado. Se va viendo con el tiempo, son tan pequeños que hay que darles oportunidades
—Visto desde fuera, parece que en el ballet hay que tener un físico muy determinado. Pero en los últimos años se ve que el perfil de bailarines y bailarinas, sobre todo, ha cambiado.
—Hay cuerpos más atléticos, no es como antes. Tienen más cabida otros físicos que hace un tiempo.
—En febrero, uno de sus alumnos, Lino Suárez, logró dos premios en el Youth Grand Prix en Chicago, uno de los concursos más importantes para los bailarines jóvenes. ¿Qué se siente al ver que uno de sus chicos triunfa?
—Nos sentimos muy orgullosos, porque en la danza para llegar a estos niveles se necesita mucho sacrificio, mucho esfuerzo y mucho trabajo. Es un orgullo que los alumnos lleguen a este nivel.
—¿Cuál es el perfil de los alumnos?
—Los que vienen aquí tienen una gran dedicación, la verdad es que les gusta. La danza es algo importante porque aunque no todos los alumnos vayan a terminar en compañías, siempre deja una huella. Son unos grupos que se llevan muy bien entre ellos. También tienen una gran disciplina, y esto llevado a sus estudios y a su vida es muy interesante.
—Esa disciplina, que no solo es física sino también mental, les ayuda.
—Yo creo que sí, porque ellos tienen que organizarse con el tiempo que pasan aquí y el que les queda para el estudio. Pero los alumnos lo pueden compaginar perfectamente. A ver, necesitan también sacrificar parte de su tiempo de ocio. Pero en la danza, aparte de lo que tú trabajas físicamente, de la técnica, también tienes talento y ese talento tiene un amor a lo que estás haciendo. Yo entiendo que, mirado así, al final a ellos no les importa perder un poquito de su tiempo de ocio.
Qué dice: «Las horas de clase se van incrementando desde primero. Ahora tienen más exigencia en los estudios, no sé si porque todos quieren hacer sus carreras y tienen que dar su media. Pero la disciplina del ballet les ayuda mucho para organizarse en los estudios. Yo creo que es muy beneficioso».
«Desarrollamos un trabajo que en realidad es una pasión»
Las grandes puertas del edificio que acoge el Conservatorio, en la calle de la Franja, dan paso a una escalera de piedra que lleva a los estudios del centro, estos días anunciando exámenes. A estas instalaciones está ligada Carmen desde sus inicios. Tras la jubilación de Luciano Gómez, con el que fue subdirectora, se puso al frente de la institución con el reconocimiento del trabajo realizado por Gómez durante más de 30 años. Aquí ha desarrollado toda su carrera docente, ahora como maestra de ballet, anatomía e historia de la danza en varios cursos del grado profesional.
—¿Cómo llegó a la danza?
—Desde pequeña lo que hice fue folklore. Luego entré en el Ballet Gallego Rey de Viana, tenía una parte que daba ballet clásico y empecé ahí. Tomábamos clases aquí y nos íbamos a examinar en junio a Madrid y luego a Alicante. Después ya se consolida aquí la escuela y se empieza a hacer toda la formación, al principio de primero a sexto y se hacía séptimo en Madrid. Cuando se creó el Conservatorio en 1990 ya se examinaba aquí de todo. Me he sentido siempre muy a gusto, y muy agradecida porque tenemos un Conservatorio en el que podemos desarrollar un trabajo, pero que en realidad es una pasión, es algo vocacional.
—¿Y la vocación se hereda? Porque su hija Carla también se dedica a la danza...
—Pues algo se debe heredar, algo genético debe ser, sí. Ahora es profesora en Tulsa (EE. UU.), curiosamente en una de las compañías en las que estuvo Luciano. Antes estuvo con Víctor Ullate, con Ángel Corella, estuvo en Zúrich, en Florencia... Y ahora hace ya años que está en Estados Unidos. Allí hay muchas compañías en cada estado, y entonces tienes más oportunidades de poder bailar.