En el Planetario de A Coruña: «Aquí se viene a aprender, pero sobre todo a emocionarse y reconciliarse con la oscuridad»

A CORUÑA

Apasionadas de la astronomía, Inés Carvallo e Irene Baspino celebran los 40 años del planetario
08 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Ambas llegaron a la astronomía por diferentes caminos. La más veterana, Inés Carvallo, que lleva 25 años vinculada a la Casa das Ciencias, desde el audiovisual. La segunda, Irene Baspino, fascinada desde la adolescencia por las estrellas. Junto con sus tres compañeros forman parte del equipo de planetaristas que acaba de celebrar los cuatro decenios de la primera proyección en la bóveda de Santa Margarita. Y comparten una pasión contagiosa por la astronomía, que transmiten en cada sesión y en una conversación a dos voces cargada de emoción.
Pregunta. ¿Recuerdan su primera vez en el planetario?
Irene Baspino. Yo es que he estado siempre bastante vinculada a la Casa das Ciencias porque soy del barrio, me crie aquí al lado, entonces era como mi patio. Al planetario vine tantas veces que no conseguiría recordar la primera.
Inés Carvallo. A mí ya no me pilló la visita con el colegio por edad, pero recuerdo venir. También cuando venía alguien de fuera, decir: «Vamos al planetario». Y no recuerdo tanto la sesión como la sensación, la explicación, la voz de Jaítos [Juan Carlos Medal], que era el alma del planetario.
P. ¿Pero ya les gustaba la astronomía antes?
I.B. A mí me dio el petardazo cuando en un campamento hicimos una noche de dormir al aire libre. No era la primera vez que miraba las estrellas, pero ahí sí que quise saber un poco de qué iba aquello de allá arriba. Mi hermana tenía la carpetilla de mapas del planetario, y me aficioné. Luego empecé en la asociación Ío de astronomía, nos juntábamos aquí el último sábado de mes y eran sesiones que normalmente guiaban Jaítos o Marcos [Pérez Maldonado].
I.C. Yo había estudiado Imaxe e Son, venía de trabajar en el mundo audiovisual, y buscaban a alguien que supiese proyectar cine, había un proyector en la Domus. Yo de astronomía no tenía conocimientos. Con un amigo que era muy aficionado íbamos a ver las Perseidas, pero no más. Entonces, mientras empezaba en la Domus, me formé aquí en el planetario, sobre todo con Jaítos, y con Marcos. Me enganché muchísimo y, aunque estoy también en la Domus, hace años que me gusta mucho más el trabajo aquí.
P. En mayo se cumplieron cien años de la primera proyección pública de un planetario, con una máquina de la misma casa que la que aquí cumple cuarenta, el Zeiss. ¿En qué se diferencia de los modelos digitales?
I.B. Los proyectores digitales son focos de luz, ves un cielo oscuro pero con un poco de contaminación. No hay negro absoluto.
I.C. La sensación de oscuridad que consigues con el proyector mecánico no la consigues con el digital, es más realista. Normalmente, todos estamos explicando con el digital, y cuando pasas al instante que llamamos momento Zeiss, siempre oyes un «¡oooh!». Es un momento de emoción. Siempre decimos que aquí se viene a aprender, pero sobre todo a disfrutar, a emocionarse y a reconciliarse un poco con esa oscuridad que estamos perdiendo. Pero el digital nos permite también muchas cosas.
I.B. Muchísimas cosas en cuanto a recursos didácticos.
I.C. Es que puedes hacer un viaje a la Luna, ir a un agujero negro, a Saturno...
I.B. Con el analógico es el cielo a simple vista, como antes de que se inventara el telescopio. Y te reconecta con lo ancestral de la inmensidad, de la oscuridad.
I.C. Es el cielo que las personas mayores recuerdan y hay gente que lo ve por primera vez. Te tienes que ir a una montaña para verlo, pero este cielo es real, y es lo que nos estamos perdiendo.
«Confías en crear una cantera de gente con ganas de mirar el cielo»
P. Hay mucha emoción aquí. En el público, cuando venimos por primera vez con el colegio, cuando repetimos con nuestros hijos. ¿La sienten también?
I.C. Es que aquí hay momentos que te abrazan, sobre todo niños y niñas, pero en algún caso algún adulto. Y alguien que sale diciendo: «¡Qué trabajo tan bonito!». Yo me sigo emocionando. Esos momentos en los que pones esa oscuridad y un poquito de música, uf.
I.B. Creo que tenemos una forma parecida de ponerle pasión. La gente lo nota, que lo estás viviendo. Al final, lo que quieres es que la gente sienta eso también. Muchas veces, al terminar la sesión, dices: «Bueno, esto está muy bien, pero animaros a salir a ver el cielo real, que es insuperable.
P. Con tantos colegios y niños que han pasado por estas butacas en cuarenta años, ¿se ha creado una cantera de planetaristas?
I.B. Tú confías sobre todo en generar una cantera de gente con ganas de mirar el cielo.
I.C. Sí, más que de planetaristas, aunque alguna vez me han preguntado para trabajar aquí, sí.
I.B. El objetivo, sobre todo, que decía Inés antes: emocionar a la gente y a través de esa emoción llevarlos a ver el cielo.
I.C. Es muy chulo cuando ves a los que repiten, como los niños, que sus padres te dicen que les encanta. Está muy bien haber creado esa curiosidad, esas ganas de mirar el cielo.
P. ¿Tienen un cielo preferido?
I.C. Yo no, me gustan en cada estación sus cosas y no tengo una estrella o constelación preferida. Como voy descubriendo cosas nuevas, a veces me engancho con una estrella. Tú sí...
I.B. Es que todo el mundo habla del cielo de verano y es como si el de invierno estuviese abandonado. Hay que animar a la gente a que vea el cielo en invierno.
Sesiones en junio: Hay cuatro sesiones los sábados y domingos, y el 23 y el 24 de junio, este último, gratuito con reserva online. A las 11.30 horas, Dinosaurios para niños (entre 6 y 12 años). A las 13.00 horas, Biosfera oscura (más de 10 años). A las 17.00, Hazelnuts (de 4 a 7 años), y a las 18.00, sesión en directo (mayores de 10).