
Lo único que ha cambiado es la marca: nuestra lata era de Fanta. La suya, una bebida energética
02 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Ahora que andan sueltos y libres los adolescentes por toda la ciudad (el paso de peatones de Juana de Vega parecía el lunes por la tarde la sesión light de una discoteca), una descubre que por mucho que piensen los más jóvenes que han inventado la pólvora, en realidad todo es copia.
El último día de curso, un grupito de chavales de edad indefinida, que lo mismo podían ser de segundo o cuarto de ESO, comían en una hamburguesería. El más menudo de todos ellos no aparentaba más de 11 años. El más grande pasaba fácilmente por ser mayor de edad. Todos llevaban el pelo cuidadosamente despeinado delante de los ojos, y cada uno parecía enfrascado en su propio móvil, pero no. La conversación era jugosísima. «A ver —preguntó uno— ¿de las de clase, cuál te gusta en serio?». El aludido levantó la vista del teléfono y dijo: «¿Pero cómo en serio?». «¿Tus padres no están casados y bien? Pues eso es en serio», respondió el primero. Aclarado el matiz, el chaval contestó con el nombre de una compañera y todos los demás lanzaron un «¿quéee?», que hizo que el otro tratara de ocultar aún más los ojos bajo el flequillo y delante de la pantalla.
El caso es que anda la chavalada romanticona y enamoradiza, cosa muy normal a esas alturas hormonales y con estos calores. Pero en este mundo de likes, ghosting, selfis y emoticonos, no deja de tener un punto nostálgico descubrir a un chico sentado en un banco con sus amigos haciendo lo mismo que nosotras a su edad: mover adelante y atrás la anilla de una lata mientras recita el alfabeto, para descubrir si consigue arrancarla en la letra de la chica que le gusta. Lo único que ha cambiado es la marca: nuestra lata era de Fanta. La suya, una bebida energética.