
Aún no sé en que nuevo paisaje de papel habitaré la segunda quincena, porque esperaba que fuera en el Tokio de la última novela de Aki Shimazaki
16 jul 2025 . Actualizado a las 08:07 h.Los buenos libros se convierten en un escenario más de tu vida mientras los lees. Metida en las páginas de Stoner, cuando para el bus bajo como si descendiera de una nave espacial. Cómo es posible, me digo, que haya pasado de un campus universitario en Misuri a la plaza de Galicia sin darme cuenta. Subo la cuesta hacia casa, y me recibe el retaco a medio camino. Pregunta, sorprendido, si se puede leer por la calle. Se puede, claro, no corres más riesgos que con un móvil. Aunque ahora mismo sea mucho más extraño lo primero que lo segundo.
Lo cierto es que esta novela de John Williams, que descansó en mi mesilla durante meses esperando pacientemente por una oportunidad, ha viajado en varios autobuses de una punta a otra de la ciudad, convertida en el paisaje de papel de la primera mitad de julio. Aún no sé en que nuevo paisaje de papel habitaré la segunda quincena, porque esperaba que fuera en el Tokio de la última novela de Aki Shimazaki, pero el viaje no ha durado ni tres días. Sentada en la misma plaza que estas semanas se ha convertido en punto de encuentro a la salida del trabajo, en una de esas terrazas que los días de semana, y a mediodía, aún está tranquila, leo mientras espero... y a miles de kilómetros de distancia, en esa metrópolis desconocida, Kyoko, la protagonista, entra en un restaurante gallego, se toma un vino blanco de aquí, claro, y prueba un plato de pulpo. Los dos paisajes, el real y el de papel, se han cruzado de una manera totalmente inesperada. De repente, lo que aquí puede ser un menú de martes por la noche en casi cualquier local, en ese Tokio pijo se convierte en un escenario exótico y en el punto de partida de una historia que da, en manos de Shimazaki, para un libro más.