Dave Cooper, el ilustrador visceral que (casi) conquistó a David Cronenberg

Carlos Portolés
Carlos Portolés A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

ANGEL MANSO

Repasó su trayectoria ayer en el marco de Viñetas desde o Atlántico

16 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

La vida de Dave Cooper es un reguero de sucesos extraordinarios. Una aleatoriedad tragicómica que empapa un estilo que merodea entre lo sórdido y lo satírico. «Desde los siete años sabía que quería dedicarme a la ilustración». Con este recuerdo de resabios adivinatorios comenzó el artista su charla de ayer en la cúpula de la calle BD —alias Méndez Núñez—. El lleno en las butacas del recinto fue la confirmación de que este era el plato principal de los diálogos viñeteros de este año. 

Cooper recorrió su trayectoria de hito en hito con la rúbrica de sus trabajos más reconocibles como escenario de fondo. «De joven no me gustaba que la gente me enseñara cosas, así que aprendí por mi cuenta», confesaba. Y así, con mucho ensayo y mucho error, se fueron definiendo los perfiles de este creador revolucionario. Arquitecto de la casquería y el goticismo que se cinceló con un ojo siempre puesto es sus grandes referentes. «Mis mayores influencias son David Lynch, David Cronenberg y Alejandro Jodorowsky», sentenciaba. Y todo cuadra, todo encaja. La aritmética de la carne, la sordidez, la escatología experimental de honduras a un tiempo melancólicas y provocativas. Todos estos rasgos los comparte con sus grandes ídolos.

Las interioridades de su alma y los acontecimientos sentimentales figuraron y desfiguraron cien y mil veces su folklore. El amor, la angustia y todo lo de en medio tienen su rincón en la imaginería posrealista de David Cooper. Rememoraba, por ejemplo, su primer gran amor de juventud. Una peripecia de final traumático que «a pesar de haber durado solamente tres meses, fue fuente de inspiración durante varias décadas». 

Otro episodio distinguido y agridulce fue el de la breve pero intensa relación que entabló con su adorado Cronenberg. El director se interesó vagamente por la idea de adaptar a la pantalla uno de los tebeos de Cooper. Y el dibujante se lanzó entonces por primera vez en su vida a la guionización cinematográfica. Durante meses se empleó hasta el jadeo y la extenuación para traducir su propia creación a un medio que le era completamente ajeno. Cuando finalmente le entregó el borrador del libreto al cineasta, este le respondió con un escueto: «Dave, a tu guion le falta todo el encanto que tiene tu cómic». Y la colaboración nunca salió del cajón.

Más fructífera fue su unión con Matt Groening, creador de Los Simpson, para quien trabajaría en la popular Futurama. Y lo que, seguro, se quedó en el tintero. Mucha vida para solo una charla.