Hace pocos años el botellón era un importante problema social. Quejas de los vecinos, ruidos, suciedad, peleas, accidentes de tráfico e incremento de la preocupación de los padres llevaron a tomar medidas para su erradicación en la ciudad.
Restricciones, bandos municipales, cierre o vallado de parques y jardines por la noche, mayor control policial, identificación de menores bebiendo en la calle o multas lograron eliminar los grandes botellones y parte del fenómeno.
Hoy es esporádico, aunque se sigue haciendo en alguna celebración anual, o en grupos pequeños en lugares menos concurridos para pasar desapercibidos.
También lo han desplazado, como microbotellones, cerca del recinto de los bares, y hay un incremento de fiestas en pisos con consumo de alcohol, pero con menor nivel de intensidad de consumo.
Hay conductas difíciles de eliminar, pero se pueden reducir. Es importante desnormalizar el consumo de alcohol. Este acarrea problemas, sobre todo en los más jóvenes, y hay que evitar que acaben con un consumo excesivo de alcohol. De ahí la necesaria potenciación en ellos de hábitos saludables. Si los aprenden, los mantendrán el resto de su vida. La obligación de todos, y la de los responsables públicos, es que los jóvenes crezcan en un ambiente saludable, libre de tóxicos.
Conocer el problema, con sus transformaciones, incrementar la conciencia social de los efectos negativos del alcohol en menores, educación sanitaria, restricción de la publicidad dirigida a ellos, programas preventivos eficaces en la escuela y, sobre todo, leyes y normas restrictivas para que no puedan acceder al alcohol, ni consumirlo, son claves para su control y erradicación.