
Parejas jóvenes se asientan en este núcleo de Culleredo, que ansía la vía verde
20 sep 2025 . Actualizado a las 20:32 h.La pareja formada por Cosme Martínez Naya, de 39 años, y Edmara Fátima Dias Ribeiro, de 32, serán en breve nuevos vecinos de Bregua, de donde él es natural. Están pendientes de los últimos retoques en la licencia para reformar una casa donde criar a su hija Alice. «Agás un tempo que vivín en Ferrol por traballo, sempre que vivín fóra da aldea fíxeno en Culleredo», explica Cosme, que se dedica al sector eléctrico en la generación de alta tensión. Adquirieron una casa que se construyó en 1919 y en la que nunca vivió nadie. «Ten catro pedras, unha lareira e pouco máis, de feito non ten nin tellado», explican sobre el que será su hogar. Fue un inmueble levantado por personas que emigraron, en un pueblo que se despobló en los últimos veinte años y que ahora vuelve a resurgir.
Por el momento viven en O Burgo, pero se han convertido en los máximos defensores de este núcleo y Cosme lleva ya cuatro años asumiendo la presidencia de la asociación vecinal.
Proximidad
«Bregua ten a tranquilidade que teríamos nunha aldea perdida nos Ancares e estamos a 10-12 minutos da Coruña e do Burgo», explica. «Ten 12 casas habitadas, a estación é a última, ten o número 25, pero con xente queda unha ducia e somos 31 veciños», explica Cosme, que reconoce que, aunque las cifras parezcan pequeñas, es un núcleo que está viviendo una renovación generacional. «Na metade das casas vive xente de menos de 40 anos e en oito, menor de 30», comenta.
También hay cinco niños, algunos que residen allí de manera permanente y otros que lo hacen de día, con sus abuelos, que facilitan la conciliación a los padres. «Gústanos a vida de aldea, Mara tamén viviu en casa e queremos que Alice viva iso e non pase o día vendo debuxos», comentan. «A nosa idea é facer vida aquí e cantos máis amiguiños teña a nosa filla para xogar, moito mellor», explica la pareja.
Cosme reconoce que uno de los problemas para el crecimiento es la falta de suelo para construir y afirma que hay interés por las dos casas que se encuentran a la venta. Respecto a cómo es la vida en este núcleo de la parroquia de Veiga precisan que hay servicio diario de panadería y, una vez a la semana, pasa un ultramarinos móvil donde abastecerse. También hay parada de autobús, pero la pareja reconoce que no tiene muchos clientes, ya que «hoxendía ten todo o mundo coche», aunque hay empleados que acuden a Bregua y lo usan de manera regular. Mara, que es dependienta, pretende recuperar su licencia de conducir para facilitar sus traslados cuando vuelva a trabajar.

Hay proyectos de mejora para la zona. «Ademais do de mellora do pobo hai outro que están a piques de iniciar, que é facer a zona da estación vía verde, unila coa de Cerceda, e pasaríamos a ter unha ruta a Santiago», apunta Cosme. «O tren deixou de pasar hai uns 20 anos coas obras do AVE, eu antes viña a Bregua en tren sendo adolescente», rememora. «Notouse moito na aldea que o tren non pase. Antes non había horario fixo, cando viña o cercanías levantabas a man e parábalo. En menos de 10 minutos estabas na Coruña. Iso era un puntazo para Bregua e viña moita xente dos pobos de abaixo para ir a traballar», rememora en un momento en el que políticamente se reivindica el tren de proximidad. «As casas fóronse deshabitando dende o peche da estación do tren», afirma.
Pese al reducido número de habitantes, el bar de la estación, que funcionó hasta diciembre, suponía todo un revulsivo para la zona debido a la gran cantidad de personas que hacen rutas de moto, enduro y senderismo allí. «Os domingos a zona de aparcamiento énchese», comenta la pareja.
Ahora están analizando tramitar la cesión de la parte baja de la estación directamente con el ADIF, para poder volver abrir el bar, ya que antes funcionaba como punto de encuentro y el movimiento de personas ofrecía más seguridad a los vecinos.
Un proyector cedido por la embajada de Estados Unidos a un sacerdote que fue dirigente vecinal
La asociación vecinal de Bregua, presidida por Cosme Martínez, trabaja con el objetivo de fomentar la comunidad en una aldea pequeña. Por el momento organiza tres o cuatro comidas al año y proyecta convocar un concurso de fotografía. «Cunha cota de 20 euros ao ano non da para moito máis», admite el representante de la entidad. El local de la estación ferroviaria acoge las actividades programadas. En la primera planta se encuentra el centro social, donde se desarrollan propuestas municipales que también atraen a vecinos de núcleos cercanos. «O que intentamos é acaparar xente de fóra, porque con 30 veciños...», reconocen desde la asociación.
Entre los proyectos más singulares figura el rescate de un equipo audiovisual cedido hace años por la embajada de Estados Unidos. «Don Antonio era un cura un pouco izquierdista, moi metido no pobo, a xente lémbrano xogando ao billar na estación», recuerdan Cosme, sobre un sacerdote que conoció cuando era él era pequeño, que promovió la entidad vecinal y gestionó la cesión.
Aún conservan la carta de la embajada y guardan el proyector en buen estado, «porque préndelo e funciona». Sin embargo, el paso del tiempo ha deteriorado las películas disponibles. «Ao final fóronse estragándose. Tiñamos unhas seis e agora quédannos dúas, unha delas unha muda de Chaplin», detallan.
El manejo tampoco era sencillo. Cada vez que la ponen tienen que enrollarla y desenrollarla. «Necesitabamos un carrete baleiro», comentan, para facilitar este trabajo. Pese a ello, los vecinos destacan el valor simbólico del equipo. «Non é unha xoia de moito máis valor que o sentimental», apostilla Martínez, quien subraya con humor: «O chiste é que unha aldea como a nosa teña un equipo de EE.UU.».