El artista canario, que llenó el Coliseum el viernes y el sábado, hizo doblete ante un público veinteañero que aplaude su estética minimalista y sus letras explícitas
28 sep 2025 . Actualizado a las 22:21 h.Igual que en los 60 muchos padres no entendían qué veían sus hijos en The Beatles, los progenitores de hoy en día puede que no comprendan por qué los suyos enloquecen al ritmo del cantante urbano Quevedo. De hecho, en su concierto de este sábado en A Coruña un padre optó por pasar el show con cascos y viendo vídeos de Youtube. «Hace una semana vi a Sabina ahí mismo, ¿y ahora esto?», fue el comentario de un lector en uno de los vídeos del concierto del canario compartido en la cuenta de Instagram de La Voz. El de Úbeda llenó el Coliseum coruñés dos noches consecutivas al igual que Quevedo lo hará tras su actuación de este sábado, demostrando que hay hueco para todos en la ciudad. Entre las dos citas sumará 22.000 espectadores y de esos, mil hicieron doblete con él.
Si Sabina recaló en Galicia en el marco de su despedida de los escenarios, Quevedo lo hizo dentro de su gira Buenas Noches Tour a sus 23 años y ya consolidado como uno de los artistas de género urbano más influyentes a nivel internacional (cuenta con un Grammy Latino por su canción con Bizarrap, que fue la que lo catapultó a la fama mundial). Quevedo y Sabina demuestran que el triunfo en la industria musical no depende solo de la calidad vocal y comparten la clave de su éxito: la conexión con su público. Mientras Sabina coronó en el Coliseum con su voz ronca y gracias a la nostalgia de quienes crecieron con su música canalla entonando letras llenas de poesía y metáforas, Quevedo lo hizo con mucho autotune y unos temas nada poéticos, pero escritos en el código de la generación Z, que coreó cada una de sus canciones durante un concierto que duró dos horas. En el show sonaron muchos temas que el artista firma con otros cantantes y que prueba cómo ha cambiado la forma de hacer música. Si antes se sacaban discos, ahora se publican temas continuamente y casi siempre en colaboración, ya que así aumenta el engagement.
Durante todo el concierto, el canario se dirigió a las cámaras para ofrecer una experiencia audiovisual al estilo a TikTok. Nada raro para sus seguidores, que nacieron con un smartphone en la mano y que solo han consumido música de forma digital. Por eso, es a través del teléfono como viven los conciertos, los comparten y generan una segunda experiencia con su comunidad virtual.
Con una puesta en escena sin músicos —como ya hizo Rosalía en su gira Motomami y por lo que fue criticada—, el canario interpretó canciones en las que habla de sexo y fiestas, pero con una estética sobria y minimalista evitando que el contenido explícito se perciba como vulgar o caótico. De hecho, lejos de las bailarinas habituales de los cantantes de reguetón semidesnudas, su cuerpo de baile iba de riguroso negro, pantalón largo y camiseta sin escote. Eso sí, no faltó el bling bling con un collar con el que Quevedo coronó su outfit.
Esta combinación se traduce en un mensaje de autenticidad para una generación en la que la estética es un elemento clave (se comunican a través de las redes sociales, donde dominan filtros y predominan siempre los contenidos aesthetic) y que anoche disfrutó de un espectáculo cuidadosamente diseñado, desde la música hasta la experiencia visual y digital del público con una producción de alto nivel. Quevedo, que para muchos es el Bad Bunny español, demuestra que esta combinación se traduce en un mensaje de autenticidad para una generación que prioriza lo que el artista le transmite, más que los tonos a los que llegue.