Adiós a Antonio Rodríguez Ferreiro, un emblema silencioso del jazz coruñés

Carlos Portolés
Carlos Portolés A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Antonio Rodríguez Ferreiro en el Jazz Filloa.
Antonio Rodríguez Ferreiro en el Jazz Filloa. GEMMA SANZ

El mítico saxofonista y cofundador del Jazz Filloa murió este viernes por la tarde

04 oct 2025 . Actualizado a las 22:47 h.

El Filloa, un local razonablemente pequeño, parece especialmente diminuto en las noches de concierto. Porque los escasos metros cuadrados de espacio se abarrotan con los resistentes admiradores del jazz de A Coruña. Para todos ellos, parroquianos fieles, este bar es un buque insignia. Un velero (por tamaño) con vocación de trasatlántico. Y, como toda nave necesita tripulación, ahí estuvo durante años y años (más de 40) Antonio Ferreiro. Siempre en la sala de máquinas. Siempre con los ojos en todas partes y los oídos en las notas que se derramaban del escenario. El veterano emblema de la escena local murió este viernes por la tarde. Tenía 70 años. 

Además del incombustible camarero y uno de los cofundadores que lo mantenían todo en su sitio y todo funcionando, era también él mismo un hombre de música. Fue con su saxofón a cuestas por los rincones de Galicia, divulgando su góspel a veces improvisado y sacándole al instrumento llantos y risas. Cosquilleando la entraña cuando había que hacerlo. Lo recuerdan sus amigos como un incansable buscador artístico. Como alguien que sabía que el mejor acorde es el que va a aparecer a la vuelta de la esquina. 

«Era una buena persona que jamás le hizo a nadie una faena»

En 1980 se embarcó en ese híbrido de noche y tablas que fue el pub de su vida. El más antiguo de la ciudad y el que mejor marcaba los ritmos. Ritmos templados. No se puede tener prisa cuando se habla de jazz, mucho menos cuando se está tocando. También formó parte de varias agrupaciones insignes. El colectivo Filloa Exprés, por ejemplo, del que el sacaría después el bar su reconocible nombre. De aquellos tiempos da testimonio en primera persona Fito Ares (saxofonista, soprano, clarinetista y flautista). «El jazz en Galicia prácticamente viene de esa banda. Había alguna otra por aquí y por allá, pero fue el inicio de muchas cosas», apunta. 

Un saxofonista en su parcela

Poco antes de morir, rememora Ares, había Antonio comenzado a bajar una vez más al pie del cañón, donde mejor se sienten siempre los artilleros del compás, para formar una última agrupación. Se pierden con él conocimientos enciclopédicos y oficio. Pero, y esto es mucho más importante, se pierde «una buena persona que jamás le hizo a nadie una faena». Eso es una cosa muy rara de decir sobre nadie. Que echaba capotes si se precisaba pero que también era feliz en su parcelita de tierra y sin plantearse siquiera andar pisando la del de enfrente. «Antonio nunca dejó de trabajar como músico. Tuvimos también un cuarteto de saxofonistas Ildefonso Rodríguez, Bernardo Martínez, él y yo. Somos muchos los que lo vamos a echar mucho de menos. Nombres concretos. Se me ocurren, entre muchos otros Pepe Evangelista, Manolo Varela. Willy Prieto, Bernardo Martínez, Paco Ruiz y los gemelos Santiago y Fernando González. Todos fueron personas muy importantes en la vida y la carrera de Antonio», narra Ares. 

En lo personal, admite su colega y allegado, parecía al primer contacto un hombre reservado, introvertido. Incluso arisco, llegaron a pensar algunos. Pero eso era solo la superficie. Detrás de aquellos silencios había reflexiones profundas, sensibilidades y una nobleza evidente para todos los que se tomaban el tiempo de conocerlo bien. «Tenía fama de tener siempre cara de cabreo. Pero no encontrarás a nadie que pueda decir nada malo de Antonio. Era una persona que quería mucho y a la que querían muchos», vuelve a subrayar Ares, con las memorias aún desparramándose. Las memorias que tantos llevan todavía consigo y que él se llevó a la otra orilla.