La coruñesa Verónica Moar se alza con el premio Jingdezhen, capital de la porcelana china: «Han valorado una obra arriesgada»
A CORUÑA

La ceramista, única española finalista entre 1.000 candidatos, presentó «Lo que queda», una pieza que creó en una residencia artística en un centro de investigación de la UDC tras el fallecimiento de su padre
17 oct 2025 . Actualizado a las 22:58 h.Nos lo contó antes de irse a Jingdezhen, la ciudad de donde salieron los cien millones de pipas de porcelana con las que Ai Weiwei alfombró una sala de la Tate Modern de Londres. «Para mí ya es un premio estar allí», dijo. Pues con ese talante se ha alzado este viernes la ceramista coruñesa Verónica Moar, única española finalista en el certamen al que concurrieron mil artistas de todo el mundo, con el galardón en la categoría de innovación por una pieza concebida a raíz del fallecimiento de su padre.
Bautizada como Lo que queda, la obra vio la luz en una residencia artística en el CICA, el Centro Interdisciplinar de Química y Biología, de la UDC. Allí, creó un bioplástico con el que confeccionó una película transparente donde incrustó partículas de un proyecto que no había salido bien. Por detrás de ese elemento, colgado en una varilla para agitar líquidos, colocó una plancha de porcelana con un filo de oro.
Este medio no pudo publicar la imagen de la obra por la confidencialidad que exigía el certamen; lo hace ahora, después del reconocimiento.

«El jurado no me conoce absolutamente de nada y ha valorado positivamente una obra que es arriesgada, una pieza que mezcla arte y ciencia. Y ese hecho, que siendo una desconocida hayan valorado el trabajo y arriesgado ellos también, es lo que me llena de una satisfacción inmensa y un orgullo muy grande», señaló la ceramista desde Jingdezhen.
La artista explicó que esta creación hace referencia a cuando una persona ya no está, al rastro que deja. «La lámina de porcelana es como una toalla que está colgada. ¿Y cómo sabes que ha pasado alguien antes por ahí? Pues porque está arrugada, mojada, porque ha quedado un rastro que está ahí. Es esta idea», explicó.
La elección de los materiales, cuenta, no es baladí: «La porcelana, el vidriado y el oro dialogan al mismo nivel con un biopolímero de origen marino o con la varilla para agitar los líquidos en un laboratorio. Lo relevante reside en lograr la transparencia precisa, la ligereza exacta o el fulgor de un rastro aparentemente invisible».
Este hito de la española llega después de años dedicada a la cerámica, disciplina a la que llegó por casualidad. «La verdad, podía haber sido otra cosa, también pregunté por fotografía, pero me pareció interesante la cerámica. Yo no planifico nada, sino que va llegando todo igual que ha llegado este certamen», contó.
Recibió la llamada de la arcilla tras una crisis profesional. «Yo soy filóloga e hice un ciclo de formación profesional en lenguaje de signos. Durante bastantes años fui intérprete de una persona sorda que tenía un cargo de dirección en la Federación Mundial de Sordos. Estuve muchos años trabajando de eso, pero en 2008 lo dejé y, por no estar quieta, me matriculé en la escuela Pablo Picasso en cerámica artística», recordó.
De ahí, del barrio de Monte Alto, ha llegado hasta Jingdezhen, capital de la porcelana china, donde podrá realizar una residencia artística, premio por su victoria.