Haydn venció a Mozart

Hugo Álvarez Domínguez CRÍTICA MUSICAL

A CORUÑA

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La OSG interpretó por primera vez la revisión de Robert Levin sobre el «Réquiem» de Mozart

01 nov 2025 . Actualizado a las 21:49 h.

Tras su gran concierto anterior, González-Monjas abrió este programa contextualizando la Sinfonía 44, de Haydn, y el Réquiem de Mozart, del que la OSG interpretaba por primera vez la versión completada por Robert Levin. Hubo una encendida defensa del titular de la visión de Levin sobre la habitual de Süssmayr, debate que daría para largo.

La Trauer, de Haydn, se tocó a finales de mayo. La lectura de González-Monjas fue excelente. Logró de la orquesta sonido historicista: destacó la transparencia afilada de la cuerda por sus impecables ataques (en el allegro con brío inicial o en el presto conclusivo), el equilibrio de planos o la elegancia del adagio. Aquí el maestro tiene algo que decir, llevando a la orquesta a lo más alto. 

En el Réquiem de Mozart, González-Monjas no llevó la sonoridad historicista tan lejos, aunque apostó por ese camino en tempi (a veces muy ágiles) y texturas (ligerísimas). La particular disposición orquestal (maderas delante en el centro y metales junto a la cuerda grave) desequilibró en ocasiones algunos planos (la presencia de los vientos fue excesiva) en una versión que buscó matices y colores en la orquesta (rallentandi interesantes en Dies Irae, delicadeza en Agnus Dei). Faltó fuerza teatral en los momentos más dramáticos (Confutatis), pero hubo equilibrio, con decisiones más convencionales y menos audaces que en Haydn.

Notable progresión coral. De dicción impecable, se creció superando cierta falta inicial de carne en las cuerdas graves, para emocionar en el Lacrimosa y hacer justicia por sonido y cuadratura al Amen (lo mejor de la edición de Levin), el Hosanna o el Agnus Dei. Cabe celebrarlo. 

Del cuarteto, desigual (deslucido Recordare), destacaron un sonoro Ferrán Albrich y un sensible Carlos Mena (es discutible un contratenor en la parte de alto; pero cantó francamente bien) sobre Maëlys Robinne (vibrato problemático) y Rodrigo Carreto (timbre caprino). La espléndida Fúnebre de Haydn superó a un Réquiem de batuta más comedida que visionaria. Destacó un coro en el que encontramos a Juan Antonio Cuéllar. Éxito de público.