Dos agentes de la UFAM de la Policía Nacional destacan la relación de confianza que deben establecer con las mujeres que sufren violencia machista
23 nov 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Cuando una mujer decide denunciar a su pareja por violencia machista, se pone en marcha una cadena que tiene su primer eslabón en la policía. En concreto, en la Unidad de Atención a la Familia y la Mujer (UFAM) de la Policía Nacional. Catorce agentes, en investigación y protección, que desde la comisaría de Lonzas trabajan para proteger y asesorar a las víctimas. Entre ellos, G. P., que por la naturaleza de su trabajo prefiere no dar su nombre ni mostrar su rostro, y Rocío M.
Pregunta. ¿Cómo es el primer contacto con las víctimas?
Rocío M. Esa primera asistencia va en función de la situación personal de cada víctima. Evaluamos el tipo de violencia, ya sea física, psicológica, ambas; el apoyo familiar que tenga, también la cronicidad en el tiempo. Valoramos mucho la salud de la víctima, tanto física como psicológica. Le otorgamos una privacidad, una intimidad, porque evidentemente no es un momento fácil y en la medida de lo posible se intenta que no se crucen con ninguna otra persona que venga a denunciar otros hechos. Mantenemos una actitud activa con ella, lo importante es que hable. Hay que tener en cuenta que es una denuncia que lleva tiempo, hay una carga emocional muy importante, no puede haber prisa. La víctima y la denuncia necesitan sus tiempos.
P. En una situación tan compleja, entiendo que es fundamental establecer una relación de proximidad y confianza con las mujeres que denuncian.
R. M. Esa escucha activa a la que anteriormente me refería comprende el que la víctima se sienta entendida. Nosotros nos abrimos totalmente a ella, empatizamos en el sentido de decirle que es algo que sabemos que cuesta, pero que lo que está haciendo, llegado a ese punto, es porque no le queda más remedio. En muchas ocasiones le damos ese valor que toda mujer tiene que tener, pero que en determinados momentos ella no se siente así.
P. El propio maltrato provoca eso.
R. M. Exactamente: «A ver si voy a tener yo la culpa, es que he esperado a ver si cambiaba, pero no cambia. ¿Qué va a pasar con él después de esto?». Nuestra labor es intentar que ella no se sienta culpable por lo que va a hacer, que es una necesidad para ella y en muchos casos para el bienestar de los menores, sean hijos comunes o sean hijos de otras relaciones, a los que también se les ofrece este tipo de asistencia y atención si lo necesitan.
P. Una vez que se produce la denuncia, entramos en la fase de protección y seguimiento a las víctimas. ¿Cómo se activa?
G. P. El primer contacto es muy importante, primero para tranquilizarla, y también para que sepa qué va a ocurrir a partir de la denuncia, que su situación se judicializa, que va a tener un procedimiento, que va a tener que ir a un juzgado, que va a tener que declarar, que ratificarse..., para ponerla en antecedentes de lo que le va a venir. Muchas veces las víctimas no saben que luego tienen que ir a un juzgado, y el de A Coruña [de Violencia Contra la Mujer] está muy bien porque tiene una sala independiente y les da mucha tranquilidad saber que no van a ver a su agresor.
P. Ese momento, una vez presentada la denuncia, es clave.
G. P. A lo mejor salen de aquí con mucha decisión, y cuando llegan al juzgado no se ratifican, no declaran, y entonces no hay ningún elemento que sea suficiente para imponer una medida judicial. Por eso hacemos esa asistencia, para que sepan todo lo que hay y no se vean con esa presión cuando lleguen, que sepan también que en el juzgado de A Coruña, por ejemplo, hay un asistente social, hay psicólogo, en cualquier momento pueden estar atendidas.
Confianza: Rocío destaca que a muchas víctimas les resulta más fácil abrirse con las profesionales porque aún hay una vergüenza familiar y social. «Hay esa carga de decir, “¿cómo le explico a mi familia que me he equivocado de persona?”. No, tú has hecho un plan de vida y la persona culpable es la otra. Tú no eres culpable».
«Tiene que haber más efectivos, hay mucho volumen de trabajo»
En junio, Maritza Flores fue asesinada por su pareja en el barrio de la Sagrada Familia. Estaba en el sistema Viogén y tenía una orden de alejamiento que no había sido comunicada aún. Este año, además, se han producido fallos en las pulseras antimaltrato.
P. ¿Hacen falta más medios, más efectivos?
R. M. Sí, tiene que haber muchísima más gente aquí, porque si no es imposible. Hay mucho volumen de trabajo, porque ha aumentado no la gravedad de los hechos pero sí el número de víctimas.
G. P. Al principio, el hecho de hacer solo un control de víctimas con medidas de alejamiento te acota, pero ahora es a todas las víctimas. En el protocolo cero, cuando la víctima no es quien denuncia, sino un tercero o por una intervención policial se detecta la posibilidad de que haya una situación de violencia de género, a partir de ahí se inician los atestados, diligencias policiales, todo. Y es verdad que al final hay víctimas o mujeres con las que no ha habido medidas judiciales, bien porque no han declarado o bien porque realmente se ha considerado que no existía una situación de violencia de género, pero hay que hacerles un seguimiento, llamarlas. En cuanto hay un elemento, un detonante de violencia de género, con independencia del resultado, se hace un seguimiento. Eso genera muchísimo volumen de trabajo.
P. ¿Afectan estas situaciones a la confianza de las víctimas?
G. P. Creo que hay una visión demasiado amplia de la protección. La seguridad al 100 % no existe en ningún delito, y en el de violencia de género, tampoco. En función de los niveles de riesgo se aplican una serie de medidas de protección. No es lo mismo un riesgo bajo que un riesgo extremo.