Resulta inquietante que algo provisional tenga un aspecto tan sólido y bien acabado como la estación de tren
26 nov 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Resulta inquietante que algo provisional tenga un aspecto tan sólido y bien acabado como la estación de tren. Por mucho que aparezca un ministerio y diga que va a levantar un espacio alternativo mientras se construye la intermodal, el adjetivo te sitúa en lo efímero, algo ligero, como si fuera de quita y pon. Pero ahí está la estación provisional, con su cafetería, sus escaleras, su megafonía y sus máquinas con el logo de Renfe. Y el elemento clave que acaba de dotarla de vocación de eternidad: el lío de tráfico y las colas. Ahí están, para no dejar ninguna duda de que tiene ganas de quedarse. Sobre el papel, hasta el verano que viene. Pero la sabiduría popular que dictó aquello de que se sabe cuándo empieza una obra, pero no cuando se acaba, no solo estaba destinada a grabarse en el lóbulo frontal de todos los que han pasado por el arreglo de un cuarto de baño, un cambio de ventanas o el pintado de las fachada, sino también en los documentos de los despachos de concejalías, consellerías y ministerios que se encargan de levantar, demoler, construir, reconstruir, modificar y prorrogar cuantas infraestructuras planifican para hacernos la vida, aparentemente, más fácil.
Y en medio de todo el proceso para dotarnos de una estación del siglo XXI, se coló este edificio que de provisional solo tiene el nombre, porque cuando las taquillas y las maletas y las colas vuelvan a San Cristóbal, serán unas oficinas definitivas para usos administrativos, otro adjetivo de múltiples lecturas. Así que más que una estación provisional, es provisionalmente una estación. Al menos así se justifica el gasto, que están los bolsillos del contribuyente como para no reciclar, reutilizar y reducir. Incluso las estaciones.