Tal vez hace falta ser uno de los mejores actores o actrices de la historia para seguir brillando entre esa multitud cargada de paquetes y prisas, y que a pesar de las sonrisas que muchos lucen, parecen envueltos en una espiral de estrés navideño
24 dic 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Feliz Navidad», le dice Meryl Streep a Robert De Niro casi al final de Enamorarse (Ulu Grosbard, 1984). Se han reencontrado en una librería repleta de gente en Nueva York, la misma en la que se habían conocido. En los cuatro minutos que cierran la película, desde la librería al tren, Streep y De Niro consiguen sobrevivir a una concentración de gente por metro cuadrado capaz de hacer saltar por los aires al más relajado del barrio. Tal vez hace falta ser uno de los mejores actores o actrices de la historia para seguir brillando entre esa multitud cargada de paquetes y prisas, y que a pesar de las sonrisas que muchos lucen, parecen envueltos en una espiral de estrés navideño.
Resulta que con la edad una pierde cierta memoria, pero otra, mucho menos práctica, resiste. Será por eso que toda esta semana se me han aparecido Meryl y Robert, tan guapos y jóvenes, cada vez que entraba en una tienda repleta en la plaza de Lugo, o se me ocurría hacer cola en unos grandes almacenes, o simplemente trataba de caminar por Juan Flórez, en busca de un chocolate con churros, con un paraguas en una mano y un niño y un paquete en la otra. Y mientras bufaba ante dos señoras empeñadas en entrar a toda costa por el mismo hueco mínimo por el que yo había empezado a salir, pensaba: si los protagonistas de Enamorarse vivieran en la Navidad del 2025 en A Coruña, ¿habrían tenido oportunidad de echarse una miradita en la librería, podrían seguir la conversación en la calle, habría la más mínima posibilidad de que Robert hubiera alcanzado a Meryl en hora punta corriendo entre la gente? ¿O se les habría contagiado este (mal) humor acelerado con el que andamos estos días por la calle?