La vida en los pequeños cementerios

Rodri García A CORUÑA / LA VOZ

ARTEIXO

M. R.

Una abuela le daba la merienda a su nieto en Visma, las ovejas pastaban al lado del de San Cristovo das Viñas y en Oza siguen oxidándose las viejas rejas de Sargadelos

01 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Las gallinas picoteaban en el suelo al lado de la tapia del cementerio de San Cristovo das Viñas. Un poco más allá un grupo de ovejas buscaba algo de pasto entre la hierba seca. A pesar de las bucólicas estampas, un paraíso para una cría que en la tarde de ayer visitaba con sus padres este camposanto, los accesos al lugar no son fáciles, y eso que por un lado, a unas decenas de metros, pasa la tercera ronda y por el otro, casi rozando la esquina de los nichos, la vía del ferrocarril. Pero los parroquianos cumplían ayer con la obligada visita a sus difuntos, las labores de limpieza y la colocación de flores. Algunos incluso se quejaban del vecino de nicho: «Tienen esas piedras apoyadas en nuestra lápida desde año pasado», rosmaba una mujer. Otra preguntaba por los oficios religiosos (hoy misa a las 11 y mañana oración comunitaria en el cementerio a las 17.00 horas, y después funeral). Los datos estaban en el tablón de anuncios de la entrada, donde se pedía a varios propietarios de nichos que pasaran a regular su situación.

En San Pedro de Visma, otro de los pequeños cementerios coruñeses, la afluencia de visitantes coincidía con la salida del cercano colegio de los escolapios. Una de las vendedoras de flores despotricaba contra una persona que le había dicho que eran muy caras: «Que paciencia tengo...»

Cerca de la entrada del cementerio, sentados en un banco, una abuela le daba la merienda a su nieto mientras hablaba con otra mujer, también sentada a su lado, que llevaba una jardinera para colocar en un nicho. La vida diaria en un cementerio. En medio de la gran uniformidad de tumbas de la zona nueva, se pueden leer poéticas lápidas: «Si nuestras lágrimas fueran una escalera y nuestros recuerdos un sendero, iríamos directamente al cielo y te traeríamos de nuevo».

Aquí también había avisos para «todos los propietarios de urnas», a los que se cita para el 17 de noviembre, a las 20.00 horas en el centro cívico. El objetivo es que allí «daremos cuenta de lo acontecido durante este último año». Y es que fueron los vecinos de Visma quienes en el año 2000 promovieron la ampliación de este camposanto.

Atardecía y el sol se reflejaba en las fachadas de los edificios que rodean el cementerio de Oza, un camposanto donde sorprende el gran número de tumbas en la tierra, así como la presencia de las que están rodeadas con las viejas rejas procedentes de Sargadelos o la de una mujer fallecida en octubre de 1877. El óxido ha ido cubriendo rejas y lápidas de un cementerio donde descansan desde un alcalde del Ayuntamiento de Oza a un guerrillero.

Los musulmanes piden un sitio donde poder enterrarse

La comunidad musulmana en Galicia, unas 28.000 personas, llevan años demandando lugares donde poder enterrarse. Mustafá Alendi, portavoz del colectivo, indicaba ayer que no habían tenido ninguna noticia sobre la cesión de una parcela en el cementerio de Feáns por parte del Ayuntamiento de A Coruña, con cuyos responsables habían mantenido varias reuniones, además de remitirles algún escrito. «Y si no pedimos que nos devuelvan el cementerio musulmán de Adormideras y con eso nos conformamos», apuntaba Mustafá, tras insistir en que solo demandan un espacio, «que luego ya nosotros lo acondicionamos». Alude a casos como el suyo, que lleva 41 años en Galicia y que cuando se muera no se plantea irse a Siria, o el de una mujer que había nacido aquí. A Coruña y Arteixo son los lugares de Galicia donde la comunidad musulmana es mayor, procediendo de Senegal y el norte de África.

Hasta ahora optan por llevar a los fallecidos a su lugar de origen, «pero es muy caro y son trabajadores», o llevarlos al cementerio que tienen en Madrid, en la carretera de Toledo. También intentaron la cesión de un cementerio en Arteixo, por ahora también si resultados.