
Unas 20 familias de esta etnia en Cambre acuden al programa Amarí, que les brinda ayuda para encontrar casa y trabajo
22 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Lo acaba de publicar el Ministerio de Igualdad, pero Soraya y Milagros ya la sabían: España vive un aumento del racismo, según la revisión de los últimos cuatro años. Pero estas dos gitanas afincadas en Cambre no necesitan documentos oficiales para explicar este incremento de rechazo, e incluso delitos de odio. Lo sufren en sus carnes a diario.
Soraya, de 25 años, está desesperada por conseguir un trabajo. Tiene dos niños y espera un tercero. Recuerda que para encontrar una vivienda tenía que deshacerse de su propia personalidad. «Cuando buscaba piso, intentaba ocultar que era gitana, cambiaba el acento, fueron muchos años y ya estaba desesperada», relata esta joven menuda, que también ha tenido sinsabores para encontrar un empleo. Guarda una deleznable anécdota en un local de hostelería en Carballo, donde le ofrecieron un día de prueba que comenzó temprano y acabó a las nueve de la noche. Estaba esperanzada hasta que su pareja, un hombre con evidentes rasgos gitanos, pasó a recogerla. «Entonces la dueña me preguntó quién era el chico, que si yo también era gitana, repasó mis apellidos en el DNI, y ya no supe nada más, ni siquiera me pagaron el trabajo de ese día», lamenta. La situación se repite cuando busca piso. Hoy vive en uno de alquiler, después de pasar muchísimas entrevistas, «y siempre me echaban para atrás por ser gitana».
Soraya ha vivido momentos muy tristes. El que sigue ocurrió en Carral, donde intentó alquilar un bajo. Fue su suegro, también gitano, quien hizo de intermediario y, para sorpresa de la joven, cuando se presentó ante el dueño, este comenzó a echar pestes de los gitanos sin saber que ella era la nuera de quien la había recomendado. «Empezó a decirme que él estaba muy harto de los gitanos, que no me juntara con ellos, cuando en realidad mi suegro le estaba ayudando con pequeños recados a la farmacia porque él vivía solo, se portaba muy bien con él y el otro hablaba así de mal», comenta frustrada. Su objetivo ahora es encontrar un trabajo, «pero ni como aprendices nos cogen. Tenemos la risga y pedimos ayudas a los familiares».
Durante la dana, alguna víctima salía en la tele diciendo que vivían como gitanos. Ya está bien, ¿no?
Con ella se encuentra Milagros, un nombre que no puede encajar mejor para esta gitana que aún no se cree tener un piso en propiedad, para lo que tuvo que luchar más que el resto. «Es muy poco común en mi etnia. En mi caso fueron tres años de búsqueda, conseguimos pactar un alquiler con opción a compra, y en los últimos meses la dueña se resistía a vendérnoslo», recuerda esta joven de 26 años y madre de una niña de 8. Trabaja con su marido en la venta ambulante por las ferias de la provincia. Y no será por las veces que ha intentado formarse en todo lo que le ha salido (parentalidad positiva, manipulador de alimentos, cursos de búsqueda de empleo...). Ya como madre intentó sacarse el título de la ESO después de acudir todas las mañanas de un verano a clases en O Temple, pero sin éxito. Ahora está probando suerte con el carné de conducir.
Ellas son dos de las 24 familias gitanas que acuden regularmente al programa Amarí (Nuestra, en caló), que ofrece el Concello de Cambre en una de los locales municipales de A Barcala, bajo la dirección de Carla Sánchez, técnica de Integración Social. El programa está cofinanciado por la Unión Europea. «Estas mujeres hacen un esfuerzo enorme para poder conseguir un alquiler, algunas se maquillan para esconder los rasgos gitanos, y confían en que los arrendadores no se fijen mucho en los apellidos», señala Carla, quien también está muy pendiente de la evolución de los niños gitanos en los colegios de Cambre. «En los centros llevamos una temporada muy tranquila en cuanto a problemas de racismo, también estamos consiguiendo que los chavales lleguen a secundaria, pero hay mucho abandono escolar», dice.
Los viernes, este local acoge un encuentro de mujeres gitanas, donde Carla les transmite empoderamiento. «Nosotras crecimos con el racismo y ya lo vemos hasta normal, pero Carla nos dice que nos rebelemos contra ello», apunta Soraya. «Ella nos da mucho apoyo, consejos desde el punto de vista psicológico y emocional, pero a veces nos cansamos de estar siendo el ave fénix, cuesta mucho estar todos los días resurgiendo de tus cenizas», reflexiona Milagros, molesta con los tópicos que la sociedad española del siglo XXI sigue arrastrando contra su etnia. «Durante la dana, alguna víctima salía en la tele diciendo que vivían como gitanos... ya basta, ¿no?».