Una dantesca travesía

Xosé Alfeirán

A CORUÑA CIUDAD

cedida

Camino de Canarias, la epidemia de gripe española hizo estragos entre los pasajeros del buque Infanta Isabel

05 nov 2018 . Actualizado a las 12:01 h.

En la tarde del 28 de septiembre de 1918 el trasatlántico Infanta Isabel partió de A Coruña. Llevaba (las cifras varían en los periódicos) unos 1.200 pasajeros, la mayoría emigrantes pobres y desnutridos. Se dirigía hacia Las Palmas de Gran Canaria.

El 1 de octubre por la tarde, la radio del barco avisaba que tenía unos 70 atacados de gripe neumónica y que seis fallecieran, siendo arrojados al mar. En solo cuatro días de travesía, con una virulencia inusitada, el virus de la gripe española hacía estragos en el pasaje de tercera, provocando delirios de fiebre, vómitos de sangre y hemorragias nasales. El miedo enseñoreaba el barco. Informado, el alcalde de Las Palmas, el médico Bernardino Valle, convocó a la Junta de Sanidad. Había orden del Gobierno de desembarcar a los enfermos, pero él se negó. Para evitar el contagio y saltándose la ley, acordó obligarle a anclar fuera de bahía. El Infanta Isabel llegó a las 8 de la mañana del 2 y cumplió la orden. Con expectación y temor, los inspectores de sanidad examinaron el buque, contando que había 170 casos de infección conocidos y tres nuevos cadáveres a bordo. La enfermedad era letal.

El alcalde Valle impuso de nuevo su criterio: enviarlos al lazareto abandonado de Gando, situado a unos veinte kilómetros de distancia, y allí cuidar a los enfermos. Él mismo encabezó la expedición por tierra con material y personal sanitario. Al anochecer llegó el Infanta Isabel a la bahía de Gando, pero por falta de luz nada se pudo hacer. Encerrados en sus camarotes, la noche debió ser angustiosa, pues la infección continuó. El 3 al alba se inició el desembarco con escenas dantescas ya que los más graves caían al suelo en la playa, vomitando sangre y sembrando el pánico entre los demás. Sin mascarillas, ni guantes, los médicos los atendieron. 

Más de 500 hospitalizados

Fueron 507 los hospitalizados en ese lazareto, afectados de bronco-neumonías, pleuresías y tuberculosis pulmonares, la mayoría eran de tercera: solo 14, con 12 acompañantes, de segunda, y no había ninguno de primera. De ellos morirían 44 en los días siguientes. El resto del pasaje, unos 850 viajeros y 143 tripulantes aparentemente sanos permanecieron en el Infanta Isabel. Superada la capacidad del lazareto canario, las autoridades ordenaron al buque ir al lazareto de San Simón, en la ría de Vigo, para continuar con la cuarentena. Partió el 7, teniendo que sofocar el motín de los pasajeros de primera y segunda que se negaban a seguir a bordo. En plena mar, la pesadilla volvió a atacar. Llegaron a San Simón el día 11 con doce enfermos, entre ellos el capitán. Días después fallecieron dos de los pasajeros y también el nuevo capitán sustituto.

Dados de alta la mayoría de los enfermos en ambos lazaretos, el Infanta Isabel regresó a Gando el 26 de octubre. Allí reembarcó para La Habana a 265 pasajeros, 243 de tercera clase y otros 22 de segunda. El reencuentro fue emocionante con aplausos, vivas y abrazos. Entre los restablecidos estaba la conocida cupletista y artista de varietés Mercedes de la Torre, la Troyana. Subió cantando; la muerte la había respetado.