Entre vaqueros y granjeros

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

Nuevo paso de peatones en el cruce de Alcalde Marchesi con Ramón y Cajal
Nuevo paso de peatones en el cruce de Alcalde Marchesi con Ramón y Cajal MARCOS MÍGUEZ

En A Coruña, tanto tiempo después, aún hay algún insumiso nostálgico del Far West que pretende llegar con su coche hasta la mismísima puerta del bar

06 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Los que crecimos con una dieta a base de wéstern y dibujos animados tenemos claro quién ganaba al final en el eterno pulso entre los ganaderos, que querían una América sin cercas, donde sus reses pudiesen pastar y abrevar a sus anchas, sin puertas en el campo ni zarandajas, y los granjeros, que vallaban sus terrenos y aspiraban a que nadie les moviese los marcos por la noche a hurtadillas.

Aunque los vaqueros tenían aire de forajidos y pendencieros —más que nada por el polvo de las corredoiras del Oeste que cubría su duro pellejo— y de vez en cuando pegaban algún tiro para amedrentar a las familias de pacíficos agricultores llegados de Escandinavia, siempre aparecía algún sheriff que convencía a los criadores de ganado —a menudo, también a tiros— de que el progreso era imparable y que aquel país de pioneros, sin fronteras, sin registro de la propiedad y donde el único atisbo de civilización era el salón y sus bailarinas con nombres franceses inventados, iba a ser arrasado por la llegada del ferrocarril, las escuelas, los ultramarinos y los bancos.

En A Coruña, tanto tiempo después, aún hay algún insumiso nostálgico del Far West que pretende llegar con su coche —su moderno jamelgo— hasta la mismísima puerta del bar y circular por donde le peta y aparcarlo en el portal de su casa para no sofocarse caminando dos manzanas. Estos automovilistas irredentos me recuerdan mucho a los ganaderos frustrados del antiguo Oeste. Se resisten a las calles peatonales, a los carriles bici, a los nuevos pasos de cebra, a los buses de tarifa reducida y hasta a los patinetes eléctricos. En el fondo, estos forofos del tubo de escape dan un poco de ternura, como aquellos vaqueros que se reían de la locomotora y de la horticultura, y que no entendían que habitaban en un mundo que ya solo existía en su imaginación.