Alain Guingal: «Lo principal es estar al servicio de los cantantes porque sin ellos la ópera no existe»
A CORUÑA CIUDAD

El maestro galo debuta en A Coruña con una de sus especialidades: «Roméo et Juliette»
27 sep 2023 . Actualizado a las 11:14 h.El francés Alain Guingal es una de las batutas más prolíficas del último medio siglo. Presencia fundamental en la escena operística internacional, debuta en A Coruña con Roméo et Juliette, de Gounod. Será la primera vez que Amigos de la Ópera ofrezca este título. Es en el Teatro Colón, el 27 y 29 de septiembre, a las 19.00 horas
—Entre su vasto repertorio ¿Tiene alguna preferencia?
—Dirigí muchas cosas en todos estos años, con gran diversidad de estilos: de Mozart a Wagner pasando por casi todo el repertorio italiano y francés. La ópera italiana es mi preferida; aunque también me gustan algunas obras francesas, como Roméo et Juliette o Werther. Amo a Massenet, cuya música se me parece mucho a la de Puccini, que es sin duda mi compositor favorito. También adoro a Berlioz, y me encantó hacer Pelléas et Mélisande, de Debussy. En general, estoy contento de todo lo dirigido.
—¿Cómo es «Roméo et Juliette»?
—Una ópera con música estupenda y una partitura muy compleja ya desde su génesis. Fue el último éxito de Gounod en ópera. Pensó en escribir sobre este tema desde unos 25 años antes de su composición y, cuando finalmente la compuso, la revisó una y otra vez. Al principio tenía partes habladas, la escena del duelo del tercer acto como la conocemos hoy se añadió más tarde, otras escenas se descartaron, tiene un ballet (que aquí se suprime) tan largo como el de Faust. La escritura del rol de Juliette fue problemática desde su estreno: algunas sopranos cantaban muy bien el vals del primer acto, pero les costaba más el aria del veneno del cuarto (más dramática) y viceversa. Hay muchas versiones posibles de la partitura. Con los años, mi visión de la obra evolucionó por una cuestión de madurez personal y musical.
—Tuvo un gran vínculo con Alfredo Kraus, en parte gracias a esta obra.
—Efectivamente. La primera vez que dirigí Roméo et Juliette fue con Alfredo Kraus, con quien habré hecho unas 15 o 20 representaciones del título. Con él hice unas 150 funciones por todo el mundo, en todos sus grandes roles. Además de Roméo, hicimos el Duque de Rigoletto, Edgardo de Lucia di Lammermoor, Tonio de La hija del regimiento, Los cuentos de Hoffmann, Faust... ¡Tantas cosas! Hasta su último Werther, en concierto en Berlín en 1998.

—¿Cuál es su misión principal dirigiendo una ópera?
—Lo principal es estar al servicio de los cantantes; porque la ópera sin cantantes no existe. Los cantantes necesitan respirar y debo poder ayudarles. No es fácil. Dirigir una ópera es distinto a un concierto. Un concierto es una relación íntima entre el maestro y la orquesta; mientras que en una ópera entran en juego más factores: los cantantes, el coro o incluso la puesta en escena, que implica movimiento. Hay que estar pendiente de todo.
—¿Cómo diría que evolucionó la ópera tras tantos años dedicado a ella?
—En tantos años de carrera he trabajado con todos los grandes: de Renata Scotto a Mirella Freni, de Nicolai Ghiaurov a Piero Cappuccilli, de Alfredo Kraus a Shirley Verrett, de Bonaldo Giaiotti a Nicola Ghiuselev, de Mariella Devia a Sesto Bruscantini... Ahora, le diré que uno de los últimos Roméos que hice tenía una puesta en escena que no se sabía muy bien en qué época transcurría. Roméo et Juliette cabe en casi cualquier época, de acuerdo; pero aquí no había una época, era algo que no se sabía a qué venía. Lo sacamos adelante porque al menos quedaba la música.
—Aquí cuenta con un elenco joven.
—Mario Bahg y Sofía Esparza son jóvenes pero muy buenos. Debo ayudarles como a cualquier otro. Indicar el color más adecuado a cada situación dramática, cómo manejar un rallentando, ajustar el tempo... Siempre les recuerdo que Roméo et Juliette son personajes muy jóvenes, con una pasión interna que debe traducirse en el canto, aunque la ópera tenga partes más lentas. No deben relajarse. Hay todo un reparto muy joven con ganas de hacer las cosas bien.
—¿Y el trabajo con la OSG?
—Son grandes músicos. Me habían dicho que es una de las mejores orquestas de España. Estamos ante una orquesta muy buena: encuentran todos los colores; y, sin estar acostumbrados a tocar ópera con frecuencia, hicieron una estupenda primera lectura. Además, A Coruña es una ciudad preciosa y con muy buen clima: me encanta.