Carmen Méndez: «Mi primer sueldo vendiendo cortinas fue de 30 euros hace 45 años»

Loreto Silvoso
Loreto silvoso A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

Carmen Méndez, gerente de Patricia Hogar en A Coruña, es una especialista en la confección a medida de cortinas
Carmen Méndez, gerente de Patricia Hogar en A Coruña, es una especialista en la confección a medida de cortinas Marcos Miguez

Está al frente de la firma Patricia Hogar, un referente del textil en la ciudad

25 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

El letrero amarillo de Patricia preside los escaparates llenos de textiles para el hogar en este comercio del 103 de la avenida de Oza. Tras el mostrador, la risueña Carmen Méndez (As Nogais, 1959). Una mujer que, con su cercanía y profesionalidad, se ha ganado a pulso la confianza de los clientes durante los últimos 45 años.

—¿Cuántas ventanas de A Coruña habrá vestido usted, Carmen?

—Muchísimas. A veces, miro las agendas y me pongo a recordar a nuestros clientes. Eso también me entristece, porque algunos de ellos ya no están.

—¿Qué pasa, ahora ya no se ve tan prioritario poner cortinas como antes?

—Cuidado, que hay jóvenes a los que les encanta. Yo estoy atendiendo ahora a las nietas de las que vinieron en su momento. Pero, quizás, este es un negocio para aquellos que le gusta la casa más puesta, para los que pasan tiempo en el hogar. El año de la pandemia, por ejemplo, agoté las estanterías. Todo el mundo quería cortinas, tuve mucho trabajo. La gente estaba en su casa y la querían ver bien.

—¿Cómo ha cambiado el textil?

—La llegada de los grandes almacenes, con productos ya elaborados, ha influido mucho. En primer lugar, nos hemos vuelto más pasotas. Tengo algún cliente que no quiere poner cortinas para no trabajar. Luego está la gente joven, que quiere algo ahora para dentro de un año tirarlo; porque les gusta cambiar y no quieren molestarse en limpiar o preparar esa prenda. La crisis económica también ha sido un factor importante.

—¿Qué tipo de cliente es el suyo?

—De todo un poco. He atendido a muchos emigrantes, por ejemplo. Con ellos, recuerdo los apuros en el mes de agosto. Algunos solo querían las cortinas si se las podía tener listas en dos semanas. ¡Y en Navidades se trabajaba tanto! Fueron tiempos maravillosos. Mis jefes se hicieron de oro. Se vendía muchísimo. No parabas de trabajar en todo el día.

—¿Cómo fueron sus primeros años en este comercio?

—Empecé en 1978. Yo tenía 18 años. Me contrataron el 11 de diciembre de ese año.

—¿Tanto le marcó aquel día que se acuerda de la fecha exacta?

—Era mi primer trabajo en serio. Me ofrecieron 5.000 pesetas [30 euros] de sueldo. Recuerdo que mi novio, que luego sería mi marido, me dijo que con esa cantidad no iba a ningún lado. Así que, al día siguiente, se lo comenté a mis jefes ¡y me subieron a 10.000 [risas]! Conste que al mes siguiente ya empecé a cobrar 15.000, que era el sueldo base, porque vieron cómo me desenvolvía y les gusté.

—¿Trabajaban ya la cortina?

—No, empezamos con ropa de señora. Y a la que le gustaba un vestido, lo quería en tres colores.

—¿Se vendía más que ahora?

—Se trabajaba bien. En las rebajas, se vendía todo. Poníamos la ropa en el escaparate y tenía agujetas por la noche de subir ese escalón buscando jerséis para vender. Era sacarlo y venderlo. Al cabo de un año o dos, ya empezamos con las cortinas.

—¿Por qué dejaron la ropa?

—Porque abrieron El Corte Inglés y no se podía picar de todo, había que centrarse en algo. Como nos gustaba mucho el tema de las cortinas, decidimos especializarnos en eso.

—¿Ya se llamaba Patricia?

—La hija mayor de mis jefes, que eran un matrimonio, se llamaba así.

—Y así siguió siendo cuando usted tomó las riendas.

—Es que la gente venía y viene a Patricia. Eso lo tengo claro. Yo estuve con ellos 35 años de empleada. Soy autónoma desde el 2013, cuando mis jefes, Fina y Manolo, se jubilaron. Eran maravillosos. El bajo es de su propiedad, se lo tengo alquilado a ellos.

—¿Siguen en contacto?

—¡Patricia vive justo encima!

—¡Le habrá puesto las cortinas!

—¡Por descontado! [Ríe] Las telas son todas mías. Aún vino el otro día y compró una colcha.

«La crisis se nota en que nuestros clientes tienen que ayudar a sus hijos»

—¿Qué se siente al haber llegado hasta aquí?

—Estoy muy contenta. Satisfecha por el trabajo realizado. Yo disfruto cuando coloco las cortinas y, de hecho, no me quiero jubilar. Me gusta lo que hago.

—¿Da tiempo a encariñarse con los clientes entre rieles y estores?

—Gracias a ellos estoy aquí. Algunos repiten cada veinte años cuando cambian sus cortinas. Ver cómo vuelven los mismos clientes, me encanta. Los que me sustentan son los que repiten.

—¿Cómo ha ido este año?

—Ha sido un año malo. Se notó mucho la crisis. Yo lo achaco, en parte, a la subida de las hipotecas. La persona que se podía permitir comprar unas cortinas aquí, tiene que ayudar a los hijos. Quiero creer que la falta de trabajo en mi sector es el no poder, no el no querer.

—¿Alguna clienta famosa?

—Le puse las cortinas a Ana Kiro. Tenía un piso frente a Nuevos Ministerios. La recuerdo muy simpática y cercana. Un trato muy agradable. Y también le puse las cortinas a la marquesa de Taurisano, Isabel Castelo D'Ortega, presidenta del grupo Ocaso, en su residencia veraniega de San Pedro de Nós (Oleiros). Muy amables también.

—¿Cómo han cambiado las casas en estos años? Usted ha entrado en muchas.

—Ahora son más pequeñas pero más bonitas y más cuadradas.

—¿Y aquí en avenida de Oza se goza, como reza el dicho?

—La zona me gusta. Hasta viví unos años en este barrio. Nos conocemos todos y no reñimos con nadie, que es importante. Nunca me planteé irme a otro lugar.