Laura Sánchez, modista y profesora: «Cuando aprendes a coser, valoras más el proceso de confección»

Antía Díaz Leal
Antía Díaz Leal A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

Laura Sánchez,, en el taller As Margaridas de A Coruña donde confecciona encargos y da clases de costura.
Laura Sánchez,, en el taller As Margaridas de A Coruña donde confecciona encargos y da clases de costura. ÁNGEL MANSO

Desde su taller As Margaridas, defiende el trabajo manual y el buen rollo de las clases

09 mar 2025 . Actualizado a las 10:33 h.

Para Laura Sánchez ( A Coruña, 1991) todo comenzó con una máquina de coser de segunda mano. O quizás antes, cuando veía coser a su madre, a su abuela, a Geluca, una vecina que era modista. Es una historia de ida y vuelta, entre Barcelona y A Coruña, donde desde hace un año está al frente del taller As Margaridas, en la Costa da Unión. En sus clases, además del traqueteo de las máquinas, suena Estopa, Bad Bunny o Karol G.

—¿Cómo empezaste a coser?

—Estudié integración social y me fui a Barcelona a hacer prácticas. Cuando se acabaron, quería seguir allí. Me compré una máquina de coser de segunda mano, y hacía cositas que iba vendiendo en ferias. Al año siguiente busqué un ciclo de vestuario de espectáculo y a medida. Me llamaba más la parte de espectáculos, y empecé las prácticas en teatro, pero partes un poco de cero y no me gustaba mucho. Hablé con mi profesora y me insistió en que hiciera prácticas en un taller que conocía. Era en la zona alta de Barcelona, sastrería absolutamente clásica, a nivel técnica increíble. Tuve mucha suerte porque me quedé trabajando allí, y me enseñaron muchísimo. Después tuvo que cerrar por motivos familiares, y me metí en novia.

—¿Es duro hacer novias?

—Es intenso (se ríe). La novia está más nerviosa, y el nivel de exigencia no es el mismo que una persona que viene a hacerse un traje, porque probablemente ya se ha hecho más. Es duro, pero satisfactorio.

—¿Qué ropa a medida se pide aquí?

—Suele ser para eventos, sobre todo bodas, novias e invitadas, pero desde que estoy en A Coruña, se llevan muchísimo las graduaciones de bachillerato.

—¿Es mucho más cara la ropa a medida?

—No, pero también está la incertidumbre de cómo me va a quedar, o te fías completamente o tienes imaginación. Si no, prefieres ir a una tienda, te compras algo de tu talla, te lo arreglan un poco y ya te queda perfecto. Claro, cuando te lo haces a medida, te queda más perfecto aún. Lo que más cuesta es la tela, porque la que encuentras en ropa ya hecha depende de la calidad de la tienda.

—Pero las prendas hechas a medida duran mucho más.

—Duran muchísimo más, pero el cuidado tiene que ir a la par. A veces tienes que llevarlo a la tintorería, y el gasto se prolonga un poquito más, pero no es una cosa loquísima y te dura años. Todos tenemos abrigos de nuestras abuelas que están perfectos. Lo que no tiene sentido es la tela de ahora, que te dura dos temporadas. Es la rueda del fast fashion: hacemos cosas que duren poquito porque así la temporada siguiente las renuevo.

—¿En una clase de costura se fomenta un consumo más responsable?

—Sí, pero creo que más que comprar menos, aprendes a valorar el proceso de confección, que los precios que normalmente pagamos por la ropa son irreales. Sabes lo que cuesta la tela, lo que te lleva en tiempo. Al final te hace cuestionarte qué tipo de procesos productivos sigue una prenda para que te cueste diez euros.

—Dicen que esta es una de las ciudades en la que mejor se viste, ¿estás de acuerdo?

—Depende de lo que consideres vestir bien. Hay gente con muchos estilos, pero la afirmación de que la gente viste bien se suele hacer desde una mirada clasista, se habla del centro de Coruña. Y el nivel adquisitivo del centro no es representativo de toda la ciudad. Sí que es verdad que la gente cuida mucho su imagen, para un lado y para otro: si quieres ir de tirado, vas muy de tirado, y si quieres ir de pijo, vas muy de pijo.

Qué hace: Coincidiendo con el 8M, Laura abrió su taller el sábado para aquellas mujeres que no pueden ir a clase por falta de tiempo o dinero. «Creo na importancia de tecer unha rede de cooperación entre nós que nos faga, dalgunha maneira, máis autónomas», explicaba a través de las redes sociales.

«Quería vivir cerca de Santa Margarita, mi infancia está en este parque»

Volvió a Coruña hace tres años con la idea de dar un cambio a su vida. Comenzó a dar clases de costura en una escuela, y le encantó.

—De hecho, cuando monté As Margaridas era más con la idea de hacer cosas a medida, pero me animaron a continuar con las clases y, la verdad, es que ahora mismo es lo que más me gusta.

—¿Cuál es el perfil de las alumnas (son, sobre todo, mujeres)?

—De todo tipo. Desde niñas pequeñas hasta señoras jubiladas. Hay gente que ya viene cosiendo, pero mucha se apunta para probar. Yo creo que estamos en un momento en que todas las cosas manuales están resurgiendo, y además nos gusta la ropa, así que haces algo que vas a usar. Normalmente, la gente que empieza a coser continúa. Pero además hay un sentimiento de comunidad. Yo no tengo experiencia laboral con hombres, siempre me he relacionado laboralmente con mujeres y en los talleres sobre todo siempre he sentido esa comunidad. En clase también, se crea una confianza con personas que realmente no conoces, pero puedes hablar de todo, y siempre hay buen ambiente. Creo que eso también engancha un poco.

—¿De dónde viene el nombre del taller?

—De Las margaritas, una película de Vera Chytilová, de los años sesenta, que me descubrió mi padrino. En su momento me obsesionó muchísimo, es la historia de dos chicas que desafían los roles de género impuestos. Hace poco la reestrenaron en el CGAI, y sigue siendo actual, porque sigue habiendo roles impuestos a las mujeres. Además, mi abuela vivía en Santa Margarita, cuando volví quería vivir cerca, mi infancia está en ese parque. Es curioso, porque mi hermano, que es luthier, tiene un taller en la calle Margaritas.