Olga Coroas: «Le escribí una carta a cada uno de los pacientes que se me fueron»

Loreto Silvoso
loreto silvoso A CORUÑA / LA VOZ

ELLAS

MARCOS MÍGUEZ

«Volvió locos» a sus jefes hasta crear la consulta de enfermería oncológica

23 oct 2022 . Actualizado a las 17:48 h.

Olga Coroas, con toda esa luz que desprenden sus ojos y su eterna sonrisa, ha visto pasar por el trance de la quimioterapia a media Coruña. El ángel de oncología del materno se jubila, pero deja una huella imborrable en el corazón de muchas personas. Se va con la sensación de haber peleado hasta el final por el bienestar de todos y cada uno de sus pacientes oncológicos, a los que logró hacerles la vida más agradable dentro de unas circunstancias, a menudo, dolorosas.

—¿Qué enseñanza se lleva?

—El enfermo con cáncer me ha enseñado a relativizarlo todo, a superarme, a levantarme cada día e ir con una sonrisa al trabajo.

—¿Recuerda alguno en especial?

—Una mujer que murió muy joven por un cáncer de estómago. Tenía dos niños pequeños y he podido ver cómo han crecido, porque sus hermanas nos suelen visitar por Navidad en el hospital. Me acuerdo mucho de ella y de tantos otros... Le escribí una carta a cada uno de los pacientes que se me fueron.

—Reconfortó a muchas familias.

—Mire, sé que me voy con el reconocimiento de ellos y de mis pacientes y eso es lo más importante para mí. ¡Qué trabajo tan bonito el de la enfermera!

—Pues le ha tocado lidiar con la parte más dura del cáncer.

—Por eso no todos quieren ir para esa unidad.

—Usted creó la consulta de enfermería oncológica.

—Estoy muy orgullosa del empeño que pusimos para crear una consulta para el paciente con cáncer. Queríamos tener un lugar íntimo y reservado donde el enfermo se pudiera permitir llorar.

—¿Diría que fue su mayor logro?

—Fue un logro colectivo. Reconozco que fui yo la que hizo el proyecto y volví locos a los directivos del hospital, pero el doctor Aparicio me apoyó.

—¿Cómo la concibió?

—Como una consulta de acogida y seguimiento para el paciente y sus familias. Es un lugar donde la persona puede pedir una información extra o preguntar todo lo que no se haya atrevido a plantear al oncólogo. En esa sala el mundo se detiene, el tiempo lo marca el paciente. Si tiene que llorar, nosotras lo acompañamos.

—Un apoyo también telefónico.

—Sí, hay una línea directa para que la enfermera les intente ayudar si tienen vómitos, diarrea, estreñimiento... Los pacientes saben que nos tienen ahí.

—¿Ahora llegan con más miedo porque saben lo que implica?

—Al contrario, ahora llegan con esperanza, porque saben que los tratamientos han evolucionado o conocen a gente de su alrededor que se ha curado.

—¿Cómo era antes la quimio?

—Cuando empecé, muchos pacientes vomitaban en el hospital de día. Ahora no. Hoy hay una medicación que se pone antes y evita que el paciente vomite en ese momento o después en su domicilio. Mejoró muchísimo.

—¿Qué más ha cambiado?

—No todos los tratamientos producen alopecia. Y en mi trayectoria he visto cómo personas que hace años tenían pocas opciones, hoy en día, gracias a la investigación y al nuevo arsenal terapéutico, se curan o cronifican su enfermedad.

—¿La llegada de la inmunoterapia ha sido algo disruptivo?

—Ha sido una revolución y es una esperanza en cánceres como el de pulmón o el melanoma.

—¿Cuál es el peor cáncer?

—Si me toca alguno, que me den el de mama. Ahora hay muchos tratamientos y mucha investigación; también para el pulmón.

—¿Echa de menos el uniforme de enfermera estos primeros días?

—Mucho, sí, pero también estoy disfrutando de la jubilación. Formo parte de un grupo de teatro aficionado y, en breve, estrenaremos una obra en Mera. Además, voy a aprender a tocar algún instrumento, que siempre quise. Y me gusta mucho leer, a ver si me apunto a alguna tertulia literaria.

El ángel de la quimio:

El ángel de la quimio: Hay momentos en la vida en los que una caricia o una palabra amiga consuelan más que cualquier otra cosa. Olga Coroas se jubila, pero supo fomentar el trato cercano con sus pacientes de quimioterapia. A veces era una mirada, una sonrisa o se sentaba a su lado, les daba la mano y les acogía.

«Le prometí a mi abuela en su lecho de muerte que cuidaría a los pacientes de cáncer como ella»

A los 14 años, Olga Coroas (Lugo, 1958) le hizo una promesa a su abuela y no paró hasta conseguirla. Antes de convertirse en el apoyo crucial de tantos y tantos pacientes oncológicos, acumuló un amplio bagaje profesional del que supo sacar partido.

—¿Por qué eligió la enfermería?

—Se lo prometí a mi abuela en su lecho de muerte. Con 14 años le dije: «Abuela, voy a ser enfermera para cuidar a los enfermos que tienen un cáncer como tú».

—Y no paró hasta que lo logró.

—Tenía clara mi vocación. Quería ser enfermera como fuese.

—Empezó en pediatría.

—Empecé como auxiliar de enfermería hace 42 años, mientras estudiaba la carrera.

—Se pasaba el día en el hospital.

—A veces aparcaba el Panda [su coche de entonces] en el hospital y, cuando salía por la noche, ¡no sabía dónde lo tenía! A lo mejor encadenaba el turno de auxiliar con las prácticas de enfermera. Fue duro, pero mereció la pena.

—Porque consiguió su sueño.

—Sí, y después, tras un breve paso por nefrología, me destinaron a prematuros. En 1985 llegué a urgencias de pediatría y ahora me acabo de jubilar como supervisora en el materno y también del hospital de día de hematología del Chuac. Así es el destino.

—Y aún hizo más cosas.

—Sí, cuando terminé la carrera tuve la suerte de trabajar como enfermera en la unidad de digestivo, en los comienzos del trasplante hepático. Después de una temporada, me fui al Hospital de Oza, a cuidados paliativos.

—Una etapa que le marcó.

—Fue un antes y un después. Me di cuenta de que mi trabajo como enfermera era de vital importancia en esta etapa final de la vida. Somos un pilar básico en el cuidado del paciente.