
Recital poético e intimista del cantautor que quería ser amigo de Dylan
25 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.América en un soneto, poesía en un acorde. Articuló su recital lírico y musical Carlos Palacio, Pala (Antioquia, Colombia, 1969), armado únicamente con guitarra española, voz, un micrófono y su arte, que no es poco, para regalar al selecto público que pudo disfrutarlo en A Fábrica de Oleiros un universo propio tan abigarrado como sólido.
Abigarrado porque mezcla su indudable puesta en escena del cantautor al uso con una poesía que rezuma clasicismo y que aporta al conjunto un nivel intelectualizado que da esa solidez a su propuesta.
Pala no vacila en zambullirse en el Siglo del Loro «desde el sentido del humor, porque solo así se puede llegar a ser un imitador limitadísimo de Lope o Quevedo». Un soneto, dijo «con el que me ayuda en el álbum mi querido Jorge Drexler». Y que aún llama más la atención por la música. Se tiende a relacionar a Pala con cantautores como Silvio Rodríguez, pero lo cierto es que en los arpegios de su guitarra sincopada se reconoce también la música andina que abordaron clásicos sudamericanos de la guitarra como Cafrune o Falú, posiblemente el más grande de todos ellos.
Los poemas de Pala, evidentemente, van por otro lado. Hacia el realismo mágico unas veces («Me dijo mi madre: “Han herido a tu padre”, y el tiempo, que era mío, dejó de ser mi tiempo»; hacia la modernidad más pura en otros, con sus «gimnastas del sexo impotentes» o su «yo quería ser amigo de Bob Dylan», envuelto todo, a su vez, en el clasicismo sorprendente de sus décimas espinelas de versos octosílabos.
Inclasificable, Pala, abigarrado como su recital lírico, cuenta entre sus amigos y colaboradores a Drexler, pero también a Fito Páez, El Kanka, Rozalén, Pedro Guerra o Coque Malla.
Ayer, en Oleiros, dejó buena muestra de su categoría y de una sencillez que cantó así: «Todos tenemos un verso y un duelo pendientes».