Una «Caponata» pone un huevo de 120 gramos en Sada

amara fontao / c. a. SADA/ LA VOZ

SADA

Amara Fontao

A partir de 73 gramos se consideran huevos de tamaño XL, la mayor categoría que existe. Aunque esta gallina sadense superó la cifra con creces

23 jul 2021 . Actualizado a las 13:56 h.

Las gallinas del sadense Rubén Pedreira no necesitan que su propietario les abra y les cierre la puerta del gallinero; tienen una automatizada que les llegó desde Reino Unido a través de Amazon. Además, solo las alimenta con hortalizas y pienso ecológico que consigue en Cambre. Y quizás por todos estos cuidados, las gallinas decidieran poner huevos cada vez más grandes. Una se pasó de vueltas y trajo al mundo un huevo de 120 gramos con el que hizo una tortilla.

A partir de 73 gramos se consideran huevos de tamaño XL, la mayor categoría que existe. Pero, para el caso ocurrido en Sada, se queda corta. Este acontecimiento es aún más peculiar si se tiene en cuenta que la gallina protagonista es de raza Maráns, y no híbrida, es decir, cruzada con la finalidad de que pongan más huevos.

Además de Caponata, Rubén Pedreira tiene otras diez gallinas, un gallo, una pareja de perros, otra de patos y otra más de ovejas. Todos ellos fueron bautizados por su sobrinito, con nombres como Bartolito, Turuleca o Julito. Pedreira admite que «todo lo de los animales es por mi sobrino».

La finca, que pertenece a la familia de Pedreira desde hace ya muchas generaciones, está situada justo al lado de la fábrica de cerámica de Cerámicas do Castro y del Museo Carlos Maside, en la parroquia de O Castro. «Tengo los animales más cultos de toda Sada», afirmaba el dedicado propietario. Aunque también admite que le «da pena» ver el estado del museo, con «ventanas rotas y, en general, malas condiciones» para albergar obras de artistas tan importantes como Maruja Mallo o Luís Seoane.

Al ser «de toda la vida» de O Castro, algunos de los recuerdos de la infancia de Rubén Pedreira son los regalos de Isaac Díaz Pardo, quien para él era «simplemente Isaac». «Sus nietos estaban en nuestra pandilla», explica, «jugábamos todos en la explanada de la cerámica, él llegaba con su coche destartalado y nos daba cien pesetas para helados».