Una visita rápida a la bien cuidada iglesia de Santa María, en Vilarmaior

CRISTÓBAL RAMÍREZ

VILARMAIOR

CRISTÓBAL RAMÍREZ

Hay que fijarse en un edificio con cierta nobleza con una placa que reza: «Grupo escolar. Edificio propio de la sociedad. Centro cultural pro infancia de Vilachá. Construido en el año 1929»

29 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

En la costa del golfo Ártabro hay castros. En su inmediata retaguardia hay castros (Elviña es el ejemplo más claro). Entre el golfo Ártabro y las tierras de Santiago hay castros. En las montañas abruptas y maravillosas que cierran esas aguas surcadas por los romanos no hay castros. O para ser más exactos, existen, pero en pequeña cantidad y número.

Se vaya en coche o en bicicleta, As Lamelas, municipio de Vilarmaior, es el punto de partida. Ahí al lado, en A Louseira, se alza una de esas aldeas prehistóricas, a la que se accede por un camino que va describiendo una circunferencia incompleta, deja atrás un pequeño apiario y entra en la croa, la parte más alta, donde se han construido en cemento dos edificios auxiliares. La vegetación tapa las defensas que sin duda tiene.

Continuando esa pista estrecha, llana y agradable, sin apenas curvas, se gana una carretera más cómoda y procede elegir la izquierda para llegar al cruceiro y la iglesia de Vilachá, puesta bajo la advocación de Santa María. Y un añadido: ahí abre sus puertas un café bar, O Cruceiro. Hay que fijarse en un edificio con cierta nobleza, de color entre marrón y rojizo, con una placa que reza: «Grupo escolar. Edificio propio de la sociedad. Centro cultural pro infancia de Vilachá. Construido en el año 1929».

INICIO:  48º21’12”N 8º03’38”W.

LA FOTO MÁS PERSONAL: En el acceso a la aldea prehistórica.

LA AVENTURA: Recorrer el perímetro del castro.

MAPA RECOMENDADO: Instituto Geográfico Nacional. 22-III.

Asombrosamente, la web oficial de Turismo de Galicia asegura que el templo es pequeño. Cuesta estar de acuerdo, porque es muy alargado y con una anchura normal. El estilo se encuadra, sin duda, en tiempos del barroco, y eso remite al XVIII como siglo en que fue erguido en mampostería con sillares en esquinales y vanos, que no estaban los tiempos para derrochar dinero en granito trabajado más que el indispensable. Tiene un coro en lo alto, con balaustrada de madera. Quien busque maravillas decorativas va a marchar decepcionado, porque aquí lo que hay es sobriedad. Arriba, espadaña de dos cuerpos, con las campanas en el inferior. Y una nota final: tiene un precioso cruceiro y todos los alrededores inmediatos muestran un césped muy bien cuidado.

Trescientos metros marcha atrás para tomar una desviación no señalizada a la izquierda. La referencia es Fornos (queda a la diestra) y Ponte da Pedra. Una maravilla de trayecto, con sube y baja por auténticos túneles de árboles, uno tras otro, y al cruzar el segundo arroyo, donde el lavadero, a la izquierda. Los árboles, o mejor dicho el denso bosque, impiden ver la corriente. Y en uno momento se gana Ponte da Pedra. Todo al frente, Pontedeume.