La galería Albertinum, de Dresde, reabre tras una profunda restauración

EFE

CULTURA

Una de las salas más importantes es la dedicada al pintor y escultor Max Klinger y otros artistas simbolistas como Franz von Stuck, Arnold Boecklin, Ferdinand Hodler o Gustav Klimt.

08 jun 2010 . Actualizado a las 13:19 h.

ras casi seis años de trabajos de restauración y modernización, prácticamente forzada por las graves inundaciones del 2002, que amenazaron sus tesoros artísticos, la galería Albertinum, de Dresde, reabre al público el 19 de junio.

Aquellas inundaciones no sólo causaron importantes destrozos en esta bella ciudad barroca a orillas del Elba, sino que obligaron a una evacuación de urgencia de las obras depositadas en los sótanos de la galería e hicieron que los responsables se replantearan una reforma en profundidad del edificio.

Cuarenta y cinco artistas alemanes, entre ellos Gerhard Richter y Georg Baselitz, donaron obras para una subasta en beneficio del Albertinum que generó 3,4 millones de euros, a los que se sumaron las aportaciones del «land» de Sajonia y del Estado federal, hasta una cifra total de 51 millones.

Sobre el patio interior del edificio se ha construido un luminoso espacio de dos pisos destinado a almacén y restauración de obras de pinturas y, con una altura de diecisiete metros sobre el suelo, las obras de arte están ahora a salvo de nuevas riadas, según aseguran sus responsables.

Hasta la Segunda Guerra Mundial, el Albertinum era un museo dedicado a la escultura, pero eso ha cambiado ahora con el nuevo concepto, que ha convertido la galería en un museo destinado al arte moderno y contemporáneo, con una superficie expositiva que cuadruplica la original.

La planta baja del edificio, de 1.200 metros cuadrados, donde antes estaban las antiguas esculturas, alberga ahora una colección que comienza con los pioneros Auguste Rodin y Edgar Degas y llega cronológicamente hasta los escultores contemporáneos, algunos ya fallecidos, como Henry Moore, Barbara Hepworth o Fritz Wotruba, otros vivos, como Anthony Caro, Tony Cragg o el también pintor Per Kirkeby.

Centenar y medio de esculturas de la colección, desde la antigüedad clásica hasta el período barroco, se exhibirán provisionalmente en un gran almacén de cristal hasta su traslado definitivo a otro lugar dentro del bellísimo palacio conocido como Zwinger.

Una de las salas más importantes es la dedicada al pintor y escultor Max Klinger y otros artistas simbolistas como Franz von Stuck, Arnold Boecklin, Ferdinand Hodler o Gustav Klimt.

Toda una planta del edificio albergará alrededor de trescientas obras de artistas alemanes a partir de los románticos Caspar David Friedrich, Carl Gustav Carus, Johan Christian Dahl y Ludwig Richter.

Otra sala muestra la serie de cuadros que pintó Max Slevogt en un viaje a Egipto, así como obras de impresionistas franceses o alemanes, entre los que destacan Claude Monet, Edouard Manet, Lovis Corinth y Max Liebermann.

El grupo expresionista «Die Brücke», fundado precisamente en Dresde en 1905, está bien representado con pinturas de Karl Schmidt-Rottluff, Ernst Ludwig Kirchner y Emil Nolde.

Junto a ellas se exhiben algunos objetos de la colección del Museo Etnográfico como para señalar la influencia que el llamado arte primitivo tuvo en ese movimiento.

Hay también pinturas de Otto Dix, entre ellas su impresionante tríptico «La guerra», así como del también expresionista Oskar Kokoschka, que vivió en Dresde entre 1917 y 1923, y otras de representantes de la llamada Nueva Objetividad como Karl Hofer.

Otras salas se dedican a representantes del arte alemán actual como A.R. Penck y Georg Baselitz, de quien se exhiben varias cabezas invertidas además de una escultura en madera.

Gerhard Richter, que, al igual que los dos anteriores, comenzó su carrera en Dresde y es hoy uno de los pintores más cotizados internacionalmente, tiene también un par de salas y un archivo destinado a los estudiosos de su obra.

En otras salas se contrapone la obra de artistas de las dos antiguas Alemanias y del este y el oeste del país ya unificado, vivos o ya fallecidos, entre ellos Sigmar Polke, Neo Rauch, Wedrner Tübke o Wolfgang Mattheuer.

Con el nuevo Albertinum, Dresde puede mirar con orgullo hacia atrás, hacia los 450 años de coleccionismo que comenzaron cuando, en 1560, el príncipe elector Augusto instaló en un ala de su palacio una cámara destinada a acoger objetos curiosos o antiguos, valiosos manuscritos, relojes y toda suerte de instrumentos científicos, colección que irían enriqueciendo uno tras otro sus sucesores.