Los premios Nobel son un bien escaso. De los 802 cerebros galardonados desde 1901 solo siete lucen el marchamo made in Spain . Y, para asombro de otros terruños teóricamente más avanzados, una de esas medallas con el perfil barbudo de Alfred Nobel se la ganó a pulso, párrafo a párrafo, uno de Padrón: Camilo José Cela. Pero, doblada ya la esquina del siglo XXI, el fabuloso legado que Cela depositó en la fundación de su Iria Flavia natal se halla sumergido en una maraña de gestiones dudosas que, entre deudas y soberbias varias, arroja una sombra grotesca sobre el autor de una obra única en la literatura gallega (sí, gallega). Ahora que está de moda rescatar bancos con dinero público, la Xunta ha decidido extender alegremente la práctica al mundo de la cultura y, ya puestos, tapar con los euros de los vapuleados contribuyentes los socavones que sus gestores han dejado en la Fundación Cela. Conselleiro y viuda firmaron ayer el papelorio por el que Marina Castaño se queda como presidenta de honor y, a cambio, la Xunta apoquina, toma el control y se embolsa los manuscritos, la biblioteca personal y el epistolario del escritor. El cofre del tesoro de la fundación, que será sepultado en el buque fantasma del monte Gaiás. Como se ve, todo muy celiano, muy Mazurca para dos muertos .