Buscando camorra

Mercedes Rozas

CULTURA

05 sep 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Hace muchos años que una gran parte del arte contemporáneo gira sobre sí mismo, en una anemia manierista, que tiene en Damien Hirst a su más expresivo ejemplo. Unos cuantos colegas lo acusan ahora de plagiar sus obras. No es la primera vez que ocurre, desde que ganara el Premio Turner, sus piezas siempre han estado en el punto de mira, avivando la polémica. Justo lo que el más avispado de los British Artists quiere.

Hisrt nunca fue un artista creativo, sus obras nacen buscando siempre camorra, solo así puede crear leyenda. Soliviantando al personal, él se hace un poco más millonario. Sus tiburones en formol, cabezas de vaca en putrefacción o calaveras de diamantes son el discurso facilón del arte del espectáculo.

Los stuckistas, que denuncian a Hirst por copiar y no crear, tampoco son de fiar. Llevan años a la greña con todo aquello que se desvíe de la tradición o no huela a pintura; algunas de sus premisas y también algunas de sus actitudes sirven únicamente para radicalizar una situación, de la que personajes como Damien Hirst siempre sacan tajada.

Que ahora levanten la polvareda de que el británico mimetiza las cajitas de Joseph Cornell no resulta tan tremendo, porque no sería ni el primero ni el último que tiene como referencia al magnífico artista americano; tampoco es raro que aquella Crucifixión con un cadáver de cordero, discurrida por Hirst, tenga otros antecedentes, porque «la patente», no nos olvidemos, sigue siendo de Rembrandt.