Matar al padre, versión Douglas

CULTURA

08 oct 2010 . Actualizado a las 10:58 h.

Imagínense lo complicado que tiene que ser esto de que tu padre sea un mito de Hollywood. Cuando Hollywood era un sitio donde los que dirigían a tu padre se llamaban Minnelli, Kubrick, Wilder.... Cuando tu padre era un hombre con el poder (y el valor) suficiente para forzar que la firma de un guión la estampase Dalton Trumbo en plena época de listas negras. Cuando tu padre es Kirk Douglas, dedicarte a ser actor tiene algo de sadismo. Entre otras cosas, porque puedes haber heredado muchos dones de tu venerado papá. Y puede que resuelvas tus papeles con fuerza. Y que tengas un ojo clínico para producir maravillas como Alguien voló sobre el nido del cuco. Pero nunca serás tu padre, y lo sabes.

Aunque a pesar de esa certeza ?o tal vez gracias a ella, quién sabe?, Michael Douglas (pronúnciese Daglas, que este país es el único en el que el hijo de Quir Duglas se llama Maiquel Daglas) supo arrancar, sobre todo a finales de los 70 y en los 80, una carrera potente y, sobre todo, taquillera. De aquellas televisivas Calles de San Francisco en las que se curtió con otro grande, Karl Malden, al cine comprometido en la estupenda El síndrome de China (Richard Adams, 1979), para dedicarse después a la aventura pura y dura corriendo Tras el corazón verde y La joya del Nilo. A finales de los 80 llegaron las míticas (y pelín huecas) Atracción Fatal y Black Rain. Y justo en medio, ese regalo de interpretar a Gekko en Wall Street. Nunca tan cerca estuvo Michael de la fuerza de su padre. Aunque aún le quedó tiempo para demostrar lo sádico que se puede poner en la negrísima La guerra de los Rose, antes de que llegasen los 90 y con ellos, el escándalo con la tramposa Instinto Básico, o la posibilidad de marcarse un taquillazo a golpe de ingles, nunca mejor dicho. Desde ahí, mucho ruido y pocas cosas que reseñar, además un estupendo papel en Traffic (Soderbergh, 2000), la sonrojante Acoso o ese remake innecesario de Crimen Perfecto. En el fondo, tal vez la comparación más odiosa no sea entre papá Kirk y Michael... tal vez quien pierda en esta lucha sea el nuevo Hollywood. Y con él, los espectadores.