«Salir a dar saltos en el escenario con 70 tacos sería ridículo»

CULTURA

El viaje por la carretera que comenzó a asfaltar hace casi 50 años está a punto de concluir. Antes, el bus de Miguel Ríos tiene parada en A Coruña.

18 nov 2010 . Actualizado a las 22:12 h.

Puede presumir, sin temor a que nadie le moje la oreja, de haber fundado el rock en castellano. Veintiséis discos, incontables conciertos y casi medio siglo después de aquel viaje a Madrid en el que grabó su primer tema, Miguel Ríos (Granada, 1944) llega mañana a A Coruña con la que, promete, será su última gira.

-Dadas las circunstancias parece correcto empezar por el final. ¿Qué se puede esperar el público de este concierto?

-Un muy buen repertorio, un buen espectáculo musical, una muy buena banda y a un tío que empieza a retirarse, pero que tiene muchas ganas todavía de actuar y seguir siendo un artista decente.

-También una despedida.

-Las giras se acabarán, pero sí grabaré con gente y me apetece mucho hacer cosas solidarias con compañeros. Una especie de músicos sin fronteras.

-¿De verdad se acaba la carretera?

-Lo de viajar como estas cinco décadas sí va a acabarse. Tengo necesidad de introspección, de quedarme en un sitio. Tengo la sensación de estar un poco disperso. La biblioteca dividida, un disco que buscas no está aquí, en Madrid, lo tienes en Granada. Con la edad te vienen estas manías de viejo, absurdas.

-Habrá quien no se lo crea.

-Lo sé, pero yo no tengo alma de torero para volver tantas veces, ni siquiera me gustan los toros. También es jodido tentar tanto a la suerte, y yo hago una disciplina muy dura. No soy un cantautor, con todo mi respeto y mi admiración, yo gasto mucho en cada concierto y tengo ya 66 tacos. Si el año que viene me planteo otra gira, y dentro de tres otra, salgo a dar saltos al escenario con 70 tacos y sería ridículo.

-Esto se presta a muchos vaciles con lo de aquellos viejos roqueros que nunca mueren.

-Uno siempre es prisionero de sus titulares, se vuelven en tu contra o a tu favor. Hice aquella canción como homenaje a gente como B. B. King y Chuck Berry, que por cierto siguen actuando. No lo critico, es una cuestión personal. Simplemente, que a los demás les vaya como quieran. Yo eso lo respeto mucho.

-Siendo esto así, es inevitable referirse al «Rock & Ríos», un amigo sostiene que es nuestro «Made in Japan».

-Para mí fue muy importante. Y más importante fue luchar contra la sensación de que podía asfixiar mi carrera, de que fuese un éxito que no pudiese digerir. Inmediatamente me dediqué a luchar en contra de esa impresión que podía calar entre la gente, de que era insuperable. No quiero decir que haya hecho mejores discos, pero sí tan necesarios como aquel. La encrucijada, por ejemplo, me parece tan bueno, quizás menos emocional porque aquello fue como la cúspide mía. Empecé y tuve una ascensión dificultosa y lenta, y una bajada dificultosa y lenta; en el pico está el Rock & Ríos. Y es verdad que tampoco ha envejecido, lo oyes y suena actual.

-Tal vez cayó en un momento clave, en 1982, entre mucha confusión, con todo por definir. Entones llega un tipo y demuestra que frente al pasteleo del «mainstream» es posible llegar a mucha gente haciendo rock. Supongo que es algo que trasciende el disco y la propia carrera de quien lo hace.

-Tienes razón, y en eso de trascender al propio disco, también. Me pasó en México, cuando llegamos me di cuenta de que el rock en castellano tomaba carta de naturaleza. Porque hasta entonces no existía. El R&R sirvió aquí y en Latinoamérica para decir: «Nosotros también podemos». Y claro, el cambio social y político de aquel momento, un partido socialista gana las elecciones, recuperas la calle, hay libertades. La democracia ya existía, pero no era tan evidente, tan popular. De pronto todo eso le pasa al R&R. Lo admito porque yo no soy el padre de todo eso, solo del disco. Es lo bueno de las canciones, tú las escribes y algunas se quedan pegadas a ti mientras otras te las coge la gente.

-Hablando de todo un poco, Ramoncín acaba de montarla con una versión del «Come As You Are» de Nirvana. ¿Qué tal con el inglés?

-Me cuesta. He hecho una versión del Strawberry Fields para Médicos sin Fronteras. Salió hace unos días, en el 50.º aniversario de los Beatles y me dio mucho gusto cantarla. Pero a mí el inglés me envara. El Himno de la alegría lo hicimos en inglés cuando aún no lo hablaba y recorrí EE.UU. sin enterarme de lo que me preguntaban. Siempre me puse muy rígido cantando en inglés. Si tenemos posibilidad de pasar a una pequeña parte de la historia es por hacer que un idioma tan largo, jodido y duro como el español entre en el corsé de un idioma monosilábico. Pero si hay que hacerlo, se hace.

-Creo que, además, aquella historia de Mike Ríos de los comienzos fue todo un agobio.

-Tío, eso era una coña marinera, Mike Ríos... Granada es ahora mucho más cosmopolita, más abierta a todo. Pero entonces... Mique es apócope de mira que y, claro, la gente al ver ese Mike no sabía que se leía maik, así que pronunciaban mique: «mique tío ese», «mique tía más buena». Y se usaba mique pollas como una forma de decir déjame tranquilo. Así que me llamaban Mique Pollas, y yo loco por que la compañía de discos me cambiase el nombre.

-Menuda coña en el barrio.

-Es que el barrio era importante. Creo que el primer motor fue que en mi barrio se enterasen de que había salido a cantar fuera, poder chulearme un poquillo con mis amigos.

-¿Y ahora? ¿Cómo ha cambiado el negocio?

-Lo que más me jode es que hayamos perdido tanto respeto de la gente. Que de alguna forma parezcamos mercaderes que van buscando algo, cuando los músicos solo han querido, como siempre, comer, tocar y tener un sitio donde hacerlo.

-Pregunta obligada. ¿Qué tal en Galicia?

-Buff, siempre muy bien. Me acuerdo de que tuvimos un pleito terrible porque en un concierto se rompió el tartán del campo de fútbol. Genial, la playa de Riazor... A Coruña es un sitio que da mucha alegría, también Vigo, Galicia en general. Es una tierra de promisión. Cuando llegas ves la posibilidad de que vas a gozar mucho, los sentidos, muy lúdico. La gente es muy cariñosa con los artistas.

-Tanto que un poema de Rosalía de Castro, musicado por Amancio Prada, parece compuesto en sus primeras estrofas para la ocasión.

-¿Cómo va eso?

-Adiós ríos, adiós fontes...

-¿Y dices que Amancio le puso música?

-Eso es.

-Se lo diré en cuanto lo vea. Él me suele decir que ha cantado mucho al río... ¡cuando estaba en las orquestas, al principio de todo! No, en serio, espero que la gente disfrute muchísimo con un buen concierto.