El morbo estaba servido. Desde que saltó la polémica por su dimisión no se habían visto. Alex de la Iglesia, presidente de la Academia, recibe con dos besos a Ángeles González-Sinde, la ministra de Cultura, que ha sido abucheada a su entrada por decenas de manifestaciones contrarios a la ley antipiratería convocados por Anonymous. «¡Alex, sí; Sinde, no!», corean y también «¡Sinde, dimisión!». La ministra de Cultura está flanqueada por otros tres miembros del Gobierno, Elena Salgado, Miguel Sebastián y Leire Pajín.
Llega el momento de la foto. La titular de Cultura coge del brazo al aún director de la Academia de Cine, que tras una sonrisa protocolaria permanece serio, con cara de circunstancias y la mano metida en el bolsillo. Prefiere mirar para el otro lado, donde está la la vicepresidenta, a la que pone la mano en la cintura en un gesto cariñoso. La tensión se palpa. Iciar Bollaín, la misma que acusó a De la Iglesia de «abrir una crisis muy dañina» para el cine español, se une al grupo.
Buenafuente ironiza
Dentro del Teatro Real se sientan codo a codo. Fila 9, butacas 2 y 4. El brillante Buenafuente no desaprovecha la ocasión y entra al trapo nada más empezar. Primer guiño: «Esto ha sido una descarga legal», dice tras bajar del techo a modo de ángel. A la ministra no le hace ninguna gracia. Segundo: «Ministra, espero que le emule la gala, digo que le mole». Y termina ironizando diciendo que la dimisión de Alex de la Iglesia era una broma y la mejor promoción que podía tener la gala; y «se lo ha creído la gente». Pero, por si acaso, pide cobrar, no sea que lo de su marcha vaya en serio. Pasado este primer momento, el espectáculo continúa con el reparto de premios.
Cuando las cámaras enfocan a la ministra y al director de Balada triste de trompeta no se observa ninguna complicidad. Se limitan a presenciar la gala y a sonreír ante los gags del presentador. Parece evidente que la oposición de De la Iglesia a la ley antidescargas ha abierto una brecha entre los últimos presidentes de la Academia. No hay que olvidar que González-Sinde trató de que De la Iglesia se fuera antes de la gala. No lo logró. Y tuvo que aguantar el chaparrón.