Xosé Fortes acaba de publicar «Cuando las derrotas otorgan la victoria», un análisis de la lucha por la democracia desde el mismo ejército franquista, cuando un grupo de jóvenes oficiales formaron la UMCD, inspirada en la Revolución de los Claveles de Portugal. El tiempo les dio la razón y la victoria.
10 abr 2011 . Actualizado a las 06:00 h.Xosé Fortes es uno de esos hombres que ha sido capaz de echarle un pulso al destino y ganar el futuro. Fue uno de los fundadores de la Unión Militar Democrática (UMD), por lo que resultó condenado a cuatro años de prisión y se le expulsó de la milicia. Su capacidad y firmeza le permiten ejercer como profesor e historiador en Pontevedra. Ahora, jubilado, siente la necesidad de compartir literariamente momentos de su vida, de su lucha, las derrotas y, por fin, la victoria. Sonríe abiertamente, sin rencor, al recordar aquellas batallas, pero ya no lo hace con la mirada ingenua del capitán que fue, sino con el rango y la experiencia del coronel retirado que es ahora. «Ha costado mucho, pero ha merecido la pena», nos dice como inicio de una entrevista que a causa de varios atrasos ha coincidido con su nuevo libro.
-El título parece sacado de las enseñanzas de Sun Tzu, que afirma que en la guerra lo esencial no es ganar batallas, sino la victoria final.
-Inicialmente se iba a llamar Batallas perdidas, pero la editorial dijo que ya existía una novela con ese título y buscamos otro. Sun Tzu dice que lo importante es ganar, convencer al enemigo, en definitiva ganar por la vía que sea, preferentemente por la vía política. No destruir.
-Al final se logró.
-Perdimos todas las batallas, pero ganamos la guerra que planteamos. Bueno, la ganó el país. Todas las libertades que pedíamos están, ahora, en España: una Constitución, amnistía para todos los presos políticos y libertad sindical. En el Ejército defendimos un único ministerio de Defensa, que acabó haciendo Gutiérrez Mellado; acabar con la expansión de la Justicia militar a otros ámbitos y un estatuto del militar que estableciese derechos y deberes, y ahora nuestros compañeros lo tienen. Escribimos el fondo de su articulado. Nuestro objetivo era dejar de ser una dictadura, alcanzar la normalidad democrática e integrarnos en Europa, porque es nuestro ámbito cultural y económico.
-La UMD estuvo inspirada en la Revolución de los Claveles de Portugal: ¿qué diferencias tenían?
-Sí, estaba muy inspirada. Entre los años sesenta y setenta, en el Ejército existe lo que llamo el feudalismo antifranquista. En Galicia, Cataluña, Andalucía y Madrid hay grupos de oficiales que han estado en Europa y en EE.?UU., y sienten vergüenza de la dictadura. Era una postura que no iba más allá de hablar en el café de que el régimen tenía que evolucionar, que era una desgracia. Cuando los portugueses dan el golpe del 25 de abril se nos encienden las luces. Un compañero escribe un artículo titulado ¿Dónde están los capitanes?, que se distribuye clandestinamente. Nos pusimos en marcha.
-¿E importan el modelo portugués?
-En el libro cuento cómo surge la relación con Portugal. La inicio yo, y luego se traslada a Madrid. Con otros compañeros, Julio Busquet, Luis Otero... bueno, con un pequeño grupo comprendimos que, de ninguna manera, podíamos imaginar un golpe. Primero, porque con la tradición que tenemos en España de los pronunciamientos era volver al siglo XIX y, segundo, porque sería una masacre. Aquí, la ideología de la Guerra Civil era muy agresiva y no había el aparente pasotismo político del Ejército en Portugal.
-¿Por qué eran distintos, si en los dos países había dictaduras?
-Lo dice Faura, jefe de Información, de una manera rotunda: «El Ejército español es del 18 de julio y el que no es del Movimiento es un cabrón». Es distinto al de cualquier otro país europeo. Aquí, los 4.000 republicanos se fueron y los 10.000 alféreces provisionales que hicieron y ganaron la guerra se instalaron en las Fuerza Armadas creando un enorme tapón. Hay un Ejército de un bando, que Blas Piñar concreta: «Es el del Movimiento». Había que acabar con esa historia, pero por la vía ilustrada, la única posible. Lo demás, producía terror, a todos. Mire -prosigue tras una pausa-, un ejemplo lo podría representar una acción bélica en Portugal, tras la toma de los ministerios y la renuncia del presidente Marcelo Caetano. Tiene como protagonistas al capitán Salgueiro Maya, responsable de esas acciones, y la aparición de un brigadeiro con una unidad acorazada que le conmina a que se retire o que, si no, disparará. La conversación entre los dos militares parece arranca de una película. «La dictadura ya ha caído», dice el capitán. «Apártese que voy a avanzar», responde el otro. «Sobre mi cadáver», contesta de nuevo el capitán. «Fuego», ordena el brigadier, pero nadie le obedece. No disparan. Eso, en España, nunca hubiera pasado. La guerra creó un cierto cainismo, que todavía persiste. La oposición que hay aquí entre derecha e izquierda es distinta de la existente en Francia o en Alemania. En España tiene connotaciones bélicas. Por eso, rechazamos el recurso de la fuerza y decidimos: ¡que lean libros!
-¿No es ingenuo creer que un movimiento cultural dentro de las fuerzas franquistas puede renovarlas?
-Imagínese, para ingresar en la UMD poníamos como deberes leer 35 libros de política, de sociología militar... Creíamos que el fascismo se acababa leyendo [se ríe]. Bueno, leer deshace muchos tópicos. En aquellos tiempos era casi como tener una biblioteca. Además, un ejército de ocupación siempre está en derrota. -Pero antes de la Guerra Civil ya lo era, había perdido las colonias y su descrédito era importante. ¿Solo sirve para imponerse a la población?
- Sin duda. La guerra de Annual fue un desastre. Cuatro moros nos dieron un repaso. Es un ejército resentido. Cuando perdemos las colonias y nos quedamos con la parte norte de Marruecos, comienza un problema y un desastre, el africanismo. La barbarización del Ejército nace en esa guerra y es un sucedáneo del mundo colonial perdido. Franco, en la negociación con los franceses, incluso quería que le cediesen el sur de Marruecos. Era una cosa tremenda y desde ese africanismo se gestó el golpe militar. Lo programó Mola y lo apoyaron todos sus compañeros. Hay un libro de Gustavo Neri, La guerra que vino de África, que cuenta cómo fue de catastrófica y decisiva en la vida civil.
-Portugal se queda igualmente sin territorios, pero su reacción es distinta. ¿Es solo por la Guerra Civil?
-Al Ejército portugués lo salvó la conexión inglesa. Siempre estuvo tutelado por Inglaterra, que es la potencia que los defiende en la independencia. La revista del 25 de abril, que se llama Referencial, dedica las dos últimas paginas al bridge. El Ejército inglés les inculcó esa idea de que debían ser neutrales con la política del propio país. En el franquismo, el Ejército portugués no era salazarista, tampoco se lo pedían. La política era algo que se dirimía en otros ámbitos. Salazar tenía mucha precaución con los capitanes. En el libro hay una cita del presidente que advierte a sus ministros del peligro de los capitanes, porque «tienen a la tropa en la mano y son demasiados jóvenes para dejarse corromper». El que luego fuesen los que provocasen la caída de la dictadura le da la razón.
-¿Los problemas surgen con la denuncia de Milans del Bosch de que al Ejército le ha salido un grano?
-Sí, el 29 de julio de 1975 fuimos detenidos todos a la vez, a las cinco de la madrugada, para que no pudiésemos telefonear ni pasar ningún aviso. Comprendo que tenían que hacerlo, estábamos erosionando ideológicamente. Sabíamos que iban a castigar una conducta que cuestionaba la unidad de las Fuerzas Armadas, su disciplina.
-¿Temió por su vida?
-Inicialmente se consideró qué hacer con nosotros, y una de las posibilidades era eliminar la cúpula dirigente haciendo como que ofrecieron resistencia. No pasó de ahí. Milans del Bosch llamó al auditor, que era el asesor jurídico de Capitanía, y este les dijo que era una cafrada y los asustó cuando les advirtió de que esas cosas siempre terminan sabiéndose. No se habló más del asunto. El juez instructor calificó, luego, nuestro delito como proposición para la sedición, pero cambiaron el juez y el siguiente nos acusó de conspiración para la rebelión. No tenía ni pies ni cabeza, pero eran otros tiempos. Peores, sin duda.