El compositor Nico Muhly ha querido demostrar que la ópera no es un género del barroco o la edad romántica .
27 jun 2011 . Actualizado a las 13:57 h.El joven compositor estadounidense Nico Muhly (Vermont, 1981) ha querido demostrar que la ópera no es un género del barroco o la edad romántica sino que, con imaginación, puede adaptarse perfectamente incluso al mundo de Internet.
«Two Boys» (Dos Muchachos) se titula la coproducción de la English National Opera, de Londres, y la Metropolitan Opera de Nueva York, que se ha entrenado en la capital británica, donde puede verse hasta el 8 de julio.
Después de «Anne Nicole», de Mark Anthony Turnage, en torno a la trágica historia real de una camarera y pechugona modelo de Playboy que se casó con un petrolero multimillonario sesenta y dos años mayor que ella, ahora tenemos como tema el mundo virtual de los adolescentes pegados a sus ordenadores.
Es una historia en la que un muchacho asume una serie de identidades para solicitar amor, sexo e incluso instigar a otro a asesinarle.
Al igual que «Anne Nicole» está también inspirada en un hecho real sucedido en el norte de Inglaterra en 2003 y tiene como protagonistas a unos adolescentes y a una mujer detective, encarnada por Susan Bickley.
Es un mundo de fantasía el que se nos describe, un mundo totalmente virtual en el que, bajo el amparo del anonimato, todo, desde la pornografía hasta el crimen, se vuelve de pronto posible y que tanto le cuesta entender al principio a la inspectora de la policía, acostumbrada como está todavía al mundo analógico.
El compositor no es ni mucho menos un enemigo de Internet y así, en una entrevista publicada en el programa, señala, sin embargo, las ventajas que puede proporcionar la intimidad de las redes sociales como la muchas veces criticada Facebook.
Ventajas como, dice, poder mantenerse en contacto con su familia conservadora y religiosa en West Virginia de una forma que no podría de otro modo, «convirtiendo en algo normal para ellos las minucias de mi vida de homosexual urbano».
Desde el punto de vista musical, Muhly, que se confiesa admirador de Benjamin Britten, sobre todo de obras como «Muerte en Venecia» o «Peter Grimes», es también deudor del minimalismo de su compatriota Philip Glass, pero también de la música aleatoria de Stockhausen.
Desde pasacalles hasta corales religiosas que evocan el mundo de Edward Elgar, la partitura de Muhly ofrece momentos de gran belleza y complejidad orquestal junto a otros más prosaicos, salvados, sin embargo, por la escritura para las voces.
Dirigida con pulso desde el foso por Rumon Gamba, la ópera de Muhly se beneficia de la gran calidad de los intérpretes, sobre todo el tiple del jovencísimo Joseph Beesley, que encarna al personaje central, o la víctima de sus maquinaciones, Brian, interpretado por el tenor Nicky Spence.
Merecen también elogios la mezzosoprano Susan Bickley en el papel de la detective -que tiene por cierto un gran parecido con la actriz Helen Mirren-, y quienes que encarnan a los distintos alter egos del adolescente: la soprano Mary Bevan como Rebecca, el barítono Jonathan McGovern (Jake) o el bajo Robert Gleadow, como Peter.
Al éxito del espectáculo contribuye en muy buena medida el trabajo de »Fifty Nine Productions«: se trata de una compañía especializada en la integración de proyecciones, el vídeo e imágenes en movimiento con ayuda de las nuevas tecnologías.
Es un excelente trabajo sobre todo en las partes corales, tan importantes en esta ópera, con todos los muchachos llevando en la mano sus ordenadores portátiles, que les iluminan el rostro, pero también en la forma en que, gracias a las proyecciones, cambia rápidamente el decorado, convirtiéndose en el dormitorio de Brian, en una calle o en una comisaría.