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Catorce meses y ocho días en la silla eléctrica del palacio de Longoria

CULTURA

17 jul 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Catorce meses y ocho días ha sobrevivido Antón Reixa (Vigo, 1957) en la silla eléctrica de la presidencia de la SGAE. Sus colegas de junta directiva, algunos de ellos compañeros suyos en la lista de la plataforma Aunir con la que había ganado las elecciones en mayo del año pasado tras la estrepitosa marcha de su antecesor Teddy Bautista, dictaron ayer sentencia y mostraron la puerta de salida del palacio de Longoria al autor de Fai un sol de carallo. Lo sustituirá el cineasta Miguel Hermoso hasta la reunión de la junta directiva del 25 de julio.

La fugacidad de Reixa al frente de la SGAE es, en buena medida, la marca de la casa. Y es que el músico vigués presume de la etiqueta de «artista multimedia» para argumentar los continuos cambios en el guion de su existencia, saltos que lo han llevado del pop a la poesía vanguardista, del vídeo experimental a la televisión y el cine y, finalmente, a este inédito y efímero papel como gestor cultural con el que no ha logrado colarse en la lista de grandes éxitos.

La refundación que había prometido como relevo del controvertido Bautista finalmente no llegó y su veloz paso por una desprestigiada SGAE apenas ha dejado una huella visible más allá de las polémicas en las que se ha visto envuelto en este convulso año. Varios conflictos han marcado su breve mandato. Entre ellos estuvo la polémica destitución de Juan Carlos Fernández Fasero como responsable de la sociedad en Galicia y Asturias, un fichaje que ya había sido muy criticado por el hecho de que previamente Fasero, como director de Agadic, había concedido una importante subvención al espectáculo Galicia caníbal promovido por el propio Reixa. Pero el polifacético creador desató las iras en el seno de la SGAE cuando anunció su intención de revisar la llamada «rueda de las televisiones» por la que se rigen los derechos de autor de los temas musicales de la parrilla televisiva. Ahí tropezó con el reparto de un suculento dividendo que un grupo de autores no estaban dispuestos a negociar y se abrió el suelo bajo sus pies. Los cruces de cartas durante los últimos meses entre partidarios de mantener el actual organigrama «sin cambios innecesarios» y quienes querían cobrarse la cabeza de Reixa se tradujeron finalmente en su fulminante destitución.

¿Cuál de los múltiples rostros de Reixa veremos a partir de ahora? ¿Volverá a los versos de As ladillas do travesti? ¿Se refugiará en vídeos como Salvamento e socorrismo? ¿Recuperaremos al realizador de televisión? ¿Y al cineasta? Tal vez su destino natural sea paradójicamente esa música que le ha costado el cargo y que, en el fondo, es el oficio en el que Reixa ha sido más constante y exitoso a lo largo de su trepidante biografía .

La única duda que nos queda es si volverá a empuñar el micrófono al mando de Os Resentidos o si resucitará aquel proyecto que llamó, muy significativamente, Nación Reixa.