Según el diccionario de la RAE, lo de maravilla va en su acepción de cosa extraordinaria que causa admiración, porque Gravity se ajusta al término con plenitud. El mexicano Alfonso Cuarón, con su hijo Jonás compartiendo guion, logra su película más cinematográfica, un festín visual soportado sobre una trama en la que los actores (solamente dos, además de estrellas) asumen que por encima de su trabajo domina la imagen, aunque sea con mucha pantalla verde y mucho efecto digital con el añadido del ahora devaluado 3D para redondear la jugada.
Una vuelta de tuerca sensacional al lenguaje audiovisual, tal como se concibe en estos albores del siglo XXI, disfrutado en una pantalla gigantesca con calidad de imagen y sonido, ajustada a lo que espera la saturada retina del espectador actual. No valen aquí los reproches, tantas veces merecidos, al ruidoso carrusel de golpes de efectos que el Hollywood más tópico entiende como entertainment, y que tanto pone del hígado al cinéfilo más purista.
Gravity es también cine de autor, la apuesta personal de un cineasta que tiene en su haber filmes tan variados como Y tú mamá también (2001), Hijos de los hombres (2006) e incluso su inteligente contribución al lado más oscuro de la franquicia en Harry Potter y el prisionero de Azkabán (2004). Maravilloso es que logre hacer partícipe al patio de butacas de la sensación de soledad que sienten ahí arriba, a 600 kilómetros de altitud, dos astronautas en apuros, incluso recurriendo al punto de vista subjetivo, bien administrado, para dar el repunte dramático cuando lo considera necesario. El espectador logra sentirse parte del drama, casi un astronauta más, e incluso, cediendo a las exigencias del 3D en los momentos más tensos, cuando la basura espacial que peregrina por el espacio se convierte en proyectiles letales.
Que Sandra Bullock tenga un cartel lamentable por su excesivo culto a la comedia chusca y facilona (incluso muestran antes de la proyección, el tráiler de la muy sospechosa Cuerpos especiales, a estrenar el próximo 25 de octubre), no impedirá que protagonice uno de sus mejores registros, que le llevará a las puertas del próximo Oscar (ya ganado con la dudosa The Blind Side, en el 2010), como también a la propia película. Véanla. Sin prejuicios.