28 ene 2014 . Actualizado a las 07:00 h.
El arranque de la noche apuntaba emociones fuertes. Imponente, una Beyoncé cabaretera interpretó Drunk In Love en la penumbra con su marido, Jay-Z, dejando claro que los Grammy del 2015 serán suyos. Pero pronto se desinfló. La querencia por las baladas y las piezas a piano hizo que el primer tramo de la gala fuese un suceder de bostezos: John Legend en plan almibarado, Taylor Swift ahogada en la grandiosidad y Keith Urban abrazado al AOR. También fracasó el experimento de Metallica de juntar su One con el pianista chino Lang Lang en un acto contra natura. Pink se puso de acróbata insólita a lo Cirque du Soleil. Y Katy Perry certificó que ha perdido la puntería pop de otros tiempos. Todo muy decepcionante.