
La retrospectiva del brasileño en el Guggenheim invita al encuentro con la naturaleza
14 feb 2014 . Actualizado a las 07:00 h.El museo Guggenheim Bilbao muestra desde ayer una retrospectiva dedicada al artista brasileño Eduardo Neto (Río de Janeiro, 1964), un creador inclasificable que con este complejo montaje se ha propuesto traer aquende el Atlántico la filosofía de la experiencia tropical, una defensa de la vida lúdica, de la vuelta a las raíces, a la preeminencia de lo corporal, del regreso a la cultura popular.
Abierta hasta el próximo 18 de mayo, El cuerpo que me lleva es una propuesta distinta, que llena el museo vasco de energía positiva, de expectativas de participar, de juego, a abandonar la rigidez habitual de las celebraciones del arte, proclives a la solemnidad. Con sus instalaciones orgánicas, gigantes textiles hechos a mano, embutidos de elementos naturales, de especias, de arena, cera, cuerdas, olores, Neto propugna la desinhibición, la sensualidad, aparcar el exceso de imágenes que reina en el mundo de hoy, las urgencias, la confusión de los impactos sonoros y la velocidad, y recuperar la comunicación, el uso de la palabra, la expresión corporal.
Las sensaciones que busca provocar en la participación del público -trepa, sube, siéntate, huele, toca, camina, túmbate, cierra los ojos, palpa, llévate un objeto, deja otro- apelan a lo que en otro tiempo se definió como subconsciente, estímulos desbordantes que ponen en marcha la relajación y la memoria emocional, el recuerdo biológico.
Sobrevolar la Amazonia
Una energía de alimento místico se desencadena y aventura a sobrevolar la Amazonia con la aparición de las referencias a la tribu chamánica de los huni kuin, cuya religión rota en torno a la naturaleza, a la identificación con la tierra. Neto es así la pulsión de la floresta brasileña, el viaje tranquilo a lo ancestral, pero también es agitación urbana, vida de la calle, de la favela de Río, de la reivindicación de los vendedores ambulantes, de los productos sin etiquetar, de la gente bullendo alegre sin la creciente represión legislativa -las etiquetas de homologación sanitaria, los empaquetados- y policial. Ahí es donde su discurso se torna más político, más combativo.