Mai Jia: «Para un escritor, la libertad total es un lujo imposible»

CULTURA

BENITO ORDOÑEZ

Ha vendido 15 millones de libros en China. Ahora se publica en España, su primera novela en la que mezcla espionaje, criptología, códigos secretos y sueños

29 ago 2014 . Actualizado a las 11:41 h.

Mai Jia (Fuyang, 1964), seudónimo de Jiang Benhu, invirtió once años de su vida en escribir El don (Destino), publicada en el 2002 en China, que toca un tema tabú en su país, el mundo del espionaje. «Nunca se había escrito nada igual en China, en ese sentido soy un pionero», explica. Fue un éxito inmediato y fulgurante, obtuvo once premios literarios y fue llevada al cine y a la televisión. Una historia que le inspiró al autor su propia vida y su experiencia, ya que, como el protagonista, fue un niño solitario, y a los 17 años se alistó en el ejército. Cursó telecomunicaciones en la Academia de Ingenieros, donde se especializó en descodificación de mensajes y criptografía. Dotado de una gran inteligencia fue destinado a una unidad secreta de los servicios de espionaje, donde tuvo que trabajar junto a otros hombres y mujeres que permanecían aislados del exterior. También estudió escritura creativa en la Academia de Bellas Artes del Ejército Popular de Liberación, lo que hizo que posteriormente trabajara en el servicio de propaganda militar. Según Mia Jia, su paso por el ejército podría resumirse en que solo disparó seis balas en 17 años y lo hizo para pasar un examen. Ahora se ha convertido en una estrella literaria en China, donde sus novelas se han llevado al cine y a la televisión, y cuenta con veinte millones de seguidores en su cuenta de Weibo.

-Está catalogado como un escritor de novelas de espionaje. ¿Le parece bien esa etiqueta?

-No estoy de acuerdo. Cuando se habla de espionaje inmeditamente se asocia a 007, Misión imposible, películas de acción, pero en mi novela el protagonista no sabe ni disparar ni artes marciales, está muy lejos de ese estereotipo. Me gusta más decir que mi literatura es una indagación en el ser humano. La esencia de El don es investigar qué pasa con un genio en un sistema estricto de control, cómo un genio puede ser secuestrado por su propio don.

-¿Ha tenido problemas con la censura en su país? Usted mismo ha dicho que en China hay cosas que nadie se atreve a decir.

-La censura existe en China, pero también de una u otra manera en otros países, donde el escritor está condicionado por los lectores, los gobiernos o los factores económicos, y hay temas tabú. Para un escritor, la libertad total es un lujo imposible. Un escritor siempre tiene que lidiar con la censura, depende de su habilidad. Es difícil censurar totalmente a un buen escritor. El tema de esta novela es muy llamativo en China y cuando la escribía pensé que tendría poblemas, pero fue muy estimulante asumir ese desafío, tuve que sacar toda mi inteligencia y mis habilidades para superar esa dificultad. La censura se fijó más en mí por el tema que trataba. Un comité de expertos analizó el libro por si revelaba algún secreto de Estado, pero se dieron cuenta de que todo era ficción. Los demás libros salieron sin problemas. La fama me protege.

-Pero no se puede comparar la libertad de expresión en China y en Occidente.

-Efectivamente. La libertad de expresión en China es mucho más reducida que por ejemplo en Estados Unidos, pero hay que verlo con perspectiva histórica. Durante la Revolución cultural era cuestión de vida o muerte, por una frase podías morir. Ahora las cosas han mejorado mucho. Da la impresión de que los escritores chinos están atados y no pueden decir nada, sin embargo el espacio de libertad que tenemos es mucho más amplio de lo que se piensa. En China hay más dosis de libertad de lo que se cree fuera. Hace 30 años habría sido imposible que se publicara El don. Esto nos da un poco de optimismo, a los mejor dentro de 20 o 30 años nos podemos acercar a la libertad de expresión de España o Estados Unidos.

-¿Cuánto hay de ficción y cuánto de autobiográfico en esta novela? ¿Cómo ha influido su experiencia personal?

-Los detalles y la historia son ficción en su totalidad. Pero sin esa experiencia vital ni siquiera se me hubiera ocurrido escribir una novela así. Pero esa experiencia por sí sola tampoco es suficiente. Yo nunca fui un espía de verdad, sino alguien vecino a los espías, que hacía trabajos periféricos. Esta novela es mezcla de la experiencia y de mi esfuerzo por hacer una obra creativa. En mi país se publican más de 4.000 novelas al año y muy pocas quedan en el recuerdo.

-¿Cuánto hay de usted en el protagonista?

-Más bien en el mundo interior, el carácter del protagonista refleja en gran medida el mío, diría que en un 70 %. Viví una infancia caracterizada por la soledad y la sensación de abandono, yo también escribía un diario, que era como un refugio porque no tenía con quien comunicarme. Mi familia estaba políticamente marginada, era perseguida por motivos políticos. Los diarios eran mi mejor compañía. Proyecté todo esto en el protagonista.

-En una entrevista dijo que su infancia fue un infierno.

-La revolución cultural fue un gran desastre, China se colapsó. Mi familia sufrió mucho por sus antecedentes políticos. Mi abuelo materno era un propietario de tierras y el paterno era cristiano. Mi padre fue calificado de derechista y contrarrevolucionario. Eso era muy peligroso. A mí en la escuela nadie quería hablarme. Este tipo de catástrofes o te destruyen totalmente o, si eres capaz de sobrevivir, es un entrenamiento que te hace más maduro y más fuerte.

-¿Esa infancia dura y solitaria le forjó como escritor?

-Efectivamente. Como dijo Hemingway, una infancia amarga es el mejor entrenamiento de un escritor. Yo me sentí como si viviera en un infierno.

-¿Entró en el ejército para hacer méritos y tratar de superar esos antecedentes políticos de su familia?

-Sí. Después de la selectividad elegí el instituto militar para tratar de cambiar el estatus político de mi familia, para huir de ese destino y también para alejarme de los que me habían despreciado desde que era niño. En esa época alistarse en el ejército era algo glorioso, como un baño no de oro, sino de rojo. Estuve 17 años en el ejército.

-Hay dos casos paradigmáticos de intelectuales chinos, el arista Ai Weiwei, disidente al régimen, y el premio Nobel Mo Yan, un escritor que contemporiza con el sistema. ¿Cuál es su opinión sobre ambas posturas?

-Para un intelectual, para un artista, la capacidad crítica respecto a la sociedad es muy valiosa. Pero hay diferentes maneras de criticar, nás virulenta o más racional y constructiva. Es como el carácter, hay gente más temperamental y otra más prudente. Es importante mantener el equilibrio. Hay artistas más comprometidos políticamente. Yo mismo no tengo pasión política, soy más solitario y callado. Para mí, la literatura es superior a la política.

-¿Cómo valora la críticas que se le han hecho a Mo Yan?

-Mo Yan critica a su manera, ridiculizando a través de sus personajes. No de forma virulenta, sino sutil. Hay que leer su obra.

-¿Cree que Weiwei utiliza sus críticas al gobierno para promocionarse?

-Suelo pensar bien y no creo que esté haciendo publicidad de sí mismo porque ya tiene bastante fama como artista. Más bien es cuestión de carácter. Hay gente más virulenta y otra más calmada. Yo los admiro a los dos, creo profundamente en su calidad, son maestros.

-Ha declarado que quiere vivir una temporada en otro país.

-Estoy dándole vuelta, no descarto pasar una temporada en España, porque es un país ideal para la creación artística. En China me siento víctima de mi propia fama. Mi vida se ha convertido en producto de consumo de mucha gente y no tengo suficiente tranquilidad como para sentarme a escribir. Muchas veces experimento un poco de miedo o fobia a esa sensación de éxito.

-Usted ha mencionado a García Márquez y Borges como dos de sus escritores favoritos.

-Soy un gran admirador de los dos. Para mí, García Márquez es como un dios inalcanzable, es imposible llegar a su altura. De Borges he aprendido muchísimo, es un maestro de la literatura pura, pero es capaz de incorporar elementos policíacos, criminales en la literatura seria, lo fusiona de una manera magistral.