Esperar a Ai Weiwei mereció la pena

R. Álvarez LONDRES / LA VOZ

CULTURA

La exposición del artista y disidente chino en Londres deja ver algunos trabajos de gran contenido político

16 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Es uno de los grandes artistas del momento, pero su obra apenas visitó Londres. Es el momento de la reconciliación de Ai Weiwei con la ciudad, y con el mundo, que le da un gran respaldo con la enormidad de esta exposición que abre al público el próximo sábado y a la que puede acudir el artista y activista tras recuperar su pasaporte tras más de 4 años confiscado por las autoridades chinas. «No pensamos que iba a venir», dijo ayer el director artístico de la Real Academia de las Artes, Tim Marlow. Ayer fue madrugador y posó con una gran sonrisa yendo de sala en salsa y saltando sin complejo de dejar su ombligo al aire. Lo cierto es que tiene motivos para estar orgulloso y sabe que es su momento. Pero adentrarse en la Academia de las Artes y apreciar su trabajo significa que está siempre comprometido con la lucha frente a la falta de libertades del país comunista.

Las obras resumen su trabajo desde 1993, cuando regresa de Nueva York a Pekín al resentirse la salud de su padre, el poeta Ai Qing. Incluye su famosa vasija de la dinastía Han con el logotipo de Coca-Cola, una combinación de uno de los objetos más tradicionales con un símbolo del Occidente capitalista. Hay también un espacio en el que se rinde homenaje a los casi 6.000 estudiantes que fallecieron en el terremoto de Sichuan en el 2008, por la mala calidad de los materiales de las escuelas.

También hace un Homenaje a Shanghái, donde el gobierno tan pronto le pidió que tuviera un estudio, como se lo destruyó sin darle explicaciones. El activista lo celebró con una gran fiesta con cangrejos, que en chino se dice hexie, homónimo al término utilizado para hablar de la armonía que potencia Pekín y que llega ahora a Londres de la mano de 3.200 crustáceos de porcelana. Y como no, Ai Weiwei también trae seis enormes dioramas en los que explica escenas cotidianas de su detención de 81 días sin cargos, cuando estuvo en una celda de 16 metros cuadrados acompañado por dos militares en todo momento.