Un Keanu Reeves fofo, presa de dos «lolitas» en «Knock Knock»

JOSÉ LUIS LOSA SITGES / E. ESPECIAL

CULTURA

Después de que la noche del viernes Sitges viviese la mejor inauguración de la etapa de Ángel Sala como director, este festival pareció ayer la senda de los elefantes, un homenaje a héroes de otra época

11 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Después de que la noche del viernes Sitges viviese la mejor inauguración de la etapa de Ángel Sala como director -esto es, desde comienzos de este siglo- con la excepcional The Witch, emanación personalísima que bebe de las raíces del miedo atávico de la Nueva Inglaterra puritana, y también de los universos del Arthur Miller de Salem y, aún más, de Lovecraft, el Solitario de Providence, este festival pareció ayer la senda de los elefantes, un homenaje a héroes de otra época, de los que ya vivieron sus mejores años y ahora fondean con mayor o menor dignidad.

El papelón de la jornada le correspondió a Keanu Reeves, aquel eterno niño elegido, siempre entre Budita y pubis angelical, al que los años, los kilos, el pésimo envejecer, lo han dejado para lo que sufre su personaje en Knock knock, del aquí idolatrado Eli Roth, en la cual encarna a un hombre casado y decididamente fondón, un Rodríguez sin causa que es víctima de las trapacerías de dos nínfulas terroristas del sexo, lolitas aventajadas que entran hasta la cocina en su chalé y primero le montan un trío y al final lo empitonan en tridente. Es este el reverso del cuento del lobo feroz, la venganza sañuda de las dos caperucitas (Lorenza Izzo y Ana de Armas, atención a esta cubana afincada en España) que abusan del menorero hasta dejarlo afeitado. En el año de los divos macedónicos o cesaristas humanizados en apología de la panza -Colin Farrell en La langosta, Joaquin Phoenix en Puro vicio- Reeves se suma a la moda de los hombres antitableta.

Takeshi Kitano presentó también película crepuscular. Ryuzo and His Seven Henchmen es algo así como el Eastwood de Gran Torino, con un yakuza retirado que decide volver por sus fueros. Solo que lo que en Eastwood era épica dolorida del estertor, en Kitano es humor amarillo y de todo el arco iris, con esta guerra entre veteranos y noveles del crimen llevada a la farsa con esa cara tan dura que Kitano no teme exponer cuando no quiere meterse a intenso.

La australiana «The Gift» evoca a «De repente, un extraño»

Todavía el tema principal de conversación era el horror germinal de las brujas de Robert Eggers -The Witch es lo más adulto y creativo del género que hemos visto en tiempo- cuando aparecieron ayer dos títulos no de esa dimensión, pero sí muy estimulantes. La australiana The Gift, de Joel Edgerton, nos recuerda que nunca debes de olvidarte de aquel compañero de colegio al que amargaste su adolescencia. Es sobria en su esquema conocido del extraño que irrumpe en la soledad de una pareja.

Palabras mayores merece The Girl in the Photographs, donde Nike Simon se mueve con virtuosismo pasmoso en un psicothriller en que la imagen fotografiada deviene objeto de deseo y de muerte. No es un filme más de asesinos múltiples: estamos ante la mirada omnisciente de un cineasta que nos ofrece una danza tanática en torno a la moda y a la mujer-objeto que invita a seguirlo de cerca.