Orson Welles, Chaplin, Hitchcock, Kurosawa y Kubrick, Peter O'Toole, Richard Burton, James Dean, Deborah Kerr y Glenn Close, entre otros, nunca obtuvieron la estatuilla; tampoco «Ciudadano Kane»
29 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.La etiqueta de eterno aspirante a los Óscars que la juerga mediático-festiva colgó a Leonardo DiCaprio, pese a tenerlo cantado en su quinta nominación, no dejaba de ser un malévolo juego de niños contra la memoria de la estatuilla dorada y del propio Hollywood. Y es que son galardones otorgados por un club de asociados, la Academia, como los de cualquier colectivo de pueblo, solo que aquí es la aldea global y se premia al cine, eso que algún poeta ocasional definió como «la materia de la que están hechos los sueños». Una rápida panorámica sobre la historia de sus ahora 88 años metería a los Óscars en un serio aprieto por su arbitrariedad y zoquetería. Si el director es la estrella, como tituló su libro el crítico Joseph Gelmis en 1970 y unos años antes reivindicaron los jóvenes turcos de la Nouvelle Vague, se lo negaron a grandes como Orson Welles, Charles Chaplin, Cecil B. DeMille, Alfred Hitchcock, Howard Hawks, Akira Kurosawa, Ingmar Bergman, Federico Fellini, Luis Buñuel, Fritz Lang, Stanley Kubrick y Sam Peckinpah, por citar algunos ya desaparecidos, a los que se añadirían otros todavía activos y esperando turno como Jean-Luc Godard, David Lynch, Ridley Scott, Brian de Palma, George Lucas, David Fincher y Christopher Nolan.
Paradójicamente algunas de sus películas sí lo recibieron, una contradicción que clama al cielo. Aunque también se cuentan por docenas las grandes obras despreciadas, comenzando por la considerada durante décadas como la mejor de la historia del cine: Ciudadano Kane. Pero también Solo ante el peligro, Con faldas y a lo loco, 2001: Odisea en el espacio, La naranja mecánica, Taxi Driver, Toro salvaje, Alien, Salvar al soldado Ryan. En fin, que daría para rellenar una biblia, porque no tendrán una segunda oportunidad, aunque, para solventar el olvido de algunos popes, la Academia acabó inventándose el Óscar honorífico, otorgado por ejemplo al actor británico Peter O'Toole (ocho veces nominado y siempre rechazado); no fue así con su compatriota Richard Burton (se quedó con las ganas en siete ocasiones). Y el también británico Laurence Olivier, que necesitó diez convocatorias para llevarse una estatuilla. Para afortunado, Jack Nicholson, doce veces en la terna y 3 doradas en el bote, las mismas que Meryl Streep en 18 aspiraciones, pero insuficientes por ahora para superar a Katherine Hepburn con cuatro en doce ocasiones.
La relación se haría tan interminable como sangrante. Leyendas masculinas de Hollywood como Errol Flynn, Monty Clift, James Dean, Cary Grant o Richard Widmark tampoco tuvieron su Óscar, como Deborah Kerr, Thelma Ritter, Irene Dunne o la todavía activa Glenn Close, pese a intentarlo esta en seis ocasiones, las mismas que Jessica Lange y Maggie Smith, que se lo llevaron en dos, y las mismas que Ellen Burstyn, Judi Dench, Vanessa Redgrave, Norma Shearer, Sissy Spacek y Kate Winslet, que lo ganaron en una. Y si bajamos a cinco nominaciones, son las logradas por Olivia de Havilland y Liz Taylor para llevarse dos, y Anne Bancroft, Cate Blanchett, Susan Hayward, Audrey Hepburn, Jennifer Jones, Shirley MacLaine y Susan Sarandon, para recoger uno. La mítica Lauren Bacall solo se hizo con el honorífico. Si la Academia de Hollywood montase un orfanato, acogería a lo más granado del cine (incluyendo fotógrafos, compositores, guionistas, montadores...), mientras poco más de mil quinientos elegidos estarían al otro lado, luciendo la dorada, de 34 centímetros de altura y 3,85 kilogramos de peso, cuyo valor en el mercado es de un simbólico dólar, ya que desde 1950 la Academia se reserva la recompra por ese precio.