La «Enterprise» toca tierra

eduardo galán blanco

CULTURA

«Stark Trek: más allá» es mucho más divertido que la segunda entrega de la «nueva era», que fue dirigida por el pope J. J. Abrams.

28 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Por edad -una lejana tarde de sábado fuimos espectadores del primer pase de La conquista del espacio en TVE- y hartos del encefalograma plano de los blockbusters, entramos desesperanzados a ver Star Trek: Más allá. Y, ¡albricias!, sin ser trekies nos encontramos con la agradable sorpresa de que esta es mejor que cualquiera de las anteriores películas de la larga serie que cumple ahora 50 años desde que se estrenó en la NBC.

Desde luego, este nuevo «fascículo» es mucho más divertido que la segunda entrega de la «nueva era», proyectada hace tres veranos en las salas y dirigida por el pope J. J. Abrams. Por alguna razón, relacionada con la evisceración de contenidos habitual en el Hollywood actual, la diversión y la aventura habían abandonado hace mucho tiempo a Star Trek, cargando las películas de unos mastodónticos efectos digitales y de anestesiantes soflamas filosóficas de baratillo.

Aquí, al menos, nos hemos reído bastante con la falta de pretensiones y el abundante humor, voluntario e involuntario, que arrastra el guion, escrito, no en vano, por el actor y cómico Simon Pegg, director de la reseñable gamberrada Bienvenidos al fin del mundo. Pegg interpreta además a un terrenal tripulante de la Entreprise que hasta liga con la exquisita Sofia Boutello, camuflada de alienígena karateca albina con rayas de cebra.

La película casi arranca con Zoe Saldana -teniente Uhura- devolviéndole el rosario de su madre a Zachary Quinto. Entonces el inefable Doc, Karl Urban, le da un consejo astral a Spock: «Cuando una mujer te dice soy yo, no eres tú... es que eres tú». Y a partir de ahí ya todo vale. La cortadora de pizzas -la nave Entreprise- se la pega contra un rocoso planeta y la cosa se hace wéstern. Por el camino, el de las orejas puntiagudas vence su Asperger vulcaniano y se hasta ríe: está herido y delirando.

Así que, al igual que Spock, incluso los más recalcitrantes gruñones -como el que escribe- al fin podrán sentir algo de empatía con los jóvenes tripulantes de la nueva Enterprise sin refugiarse en el bestiario de aliens tocados con caracolas en la cabeza.